Educar. Arte, ciencia y paciencia.

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viernes, 16 de diciembre de 2016

HAY PERSONAS MUY ELOCUENTES EN EL HABLAR

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HAY PERSONAS MUY ELOCUENTES EN EL HABLAR Y MUY DECEPCIONANTE EN EL HACER. CON SUS ACTUACIONES TIRAN POR TIERRA TODA SU ELOCUENCIA.

         Decía Esopo: «Las palabras que no van seguidas de hechos, no valen nada».

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         La condición humana trata de justificar con palabras lo que falta a nuestros hechos. El saber popular lo define con precisión: ­–Dime de qué presumes y te diré de qué careces.

         Todos tenemos tendencia a quedar bien, y cuando la lengua se dispara, nuestros palabras van más de prisa que nuestros actos. Es como coser sin hilo: damos muchas puntadas... y no hemos logrado unir nuestros dichos con nuestros hechos. O como dice también el refranero popular: «Muchas personas son como algunos relojes: indican una hora y tocan otra».

         Se dice que una persona es coherente cuando hay una relación o unión de lo que dice con lo que hace. La incoherencia queda muy gráficamente descrita en la siguiente aseveración: El que no actúa como piensa, acaba pensando como actúa. En el fondo es una falta de sinceridad que es, según el Diccionario de la Real Academia de la Lengua, sencillez, veracidad, modo de expresarse libre de fingimiento.



jueves, 8 de diciembre de 2016

A VECES NO NOS CONVIENE SABERLO TODO DESDE EL PRIMER MOMENTO



A VECES NO NOS CONVIENE SABERLO TODO DESDE EL PRIMER MOMENTO. ES MEJOR IRSE ENTERANDO POCO A POCO DE LO QUE ES EL SUFRIMIENTO.
Qué inquietud tendríamos durante nuestra vida si supiéramos cuándo nos van a "pedir la cuchara". Me viene a la memoria una historieta que resume esta realidad.
Un señor hace una llamada telefónica; al otro lado del auricular una voz le responde:
–Buenas tardes. ¿Qué desea?
–Buenas tardes. ¿Me podría decir si ha llegado D. Antonio Farfán?
–Un momento por favor… Pues mire, aún no ha llegado.
–¿Sabe si tardará mucho?
–Pues la verdad no sabría decirle, pero seguro que llegará.
–Perdone, ¿podría ser más concreto?
–Lo siento, pero no; sé que llegará, pero no cuándo.
–Perdone, ¿con quién hablo?
–Sí, cómo no. Soy el conserje del cementerio.
Si se conociera –antes de jugarlo– el resultado de un partido, lo querría jugar sólo el equipo ganador, y los contrincantes no querrían participar sabiendo de antemano que van a perder.
En nuestros días hay muchas personas que tratan de conocer el futuro recurriendo a astrólogos, videntes, echadores de cartas..., como si el futuro no se estuviera ya construyendo en el presente.
De que tú y yo nos portemos como Dios quiere –no lo olvides– dependen muchas cosas grandes .
Yo me imagino esta vida como un enorme laberinto en el que el hombre tiene que decidir su camino usando su libertad y su inteli-gencia, todas sus capacidades, pero sin olvidar cuál es su meta –salir del laberinto–, y sabiendo que todos los caminos se pueden desandar.
Me acuerdo de una historieta que tiene que ver con este tema:
Un buen hombre trataba de transportar en su burro una partida de melones que llevaba en la parte derecha de la angarilla desde su pequeño huerto a su casa. Con el traqueteo y el peso, la angarilla se iba desplazando y los melones se le caían al suelo. Entonces decidió colocarse debajo de la angarilla hasta que llegó a la puerta de su casa. La mujer, que estaba en la azotea, lo vio venir en tan extraña situación y le gritó:
–Pepe, qué bruto eres. ¿No se te ha ocurrido repartir los melones entre los dos cestos de la angarilla? Y el humillado marido le contesto:
–María…, qué bien se ven las cosas desde arriba.
Nos gustaría entender el porqué de las cosas, pero casi siempre solo el tiempo y la expe-riencia nos hará comprender el para qué.

viernes, 25 de noviembre de 2016

EL EGOÍSMO ES COMO UN GAS QUE HACE IRRESPIRABLE CUALQUIER AMBIENTE.



EL EGOÍSMO ES COMO UN GAS QUE HACE IRRESPIRABLE CUALQUIER AMBIENTE.
Wenceslao Fernández Flores, en su libro El bosque animado, relata una hermosa historia que me impactó. Se titula "La fraga de Cecebre". Refleja de una forma clara y sencilla lo que quiero exponer en esta reflexión, y por este motivo la copio casi completa.
Una fraga –explica el autor– en la len-gua gallega, significa bosque inculto, entregado a sí mismo, en el que se mezclan varias especies de árboles (...). Un día llegaron unos hombres a la fraga de Cecebre, abrieron un agujero, clavaron un poste y lo aseguraron apisonando guijarros y tierra a su alrededor. Subieron luego por él, prendiéndole varios hilos metálicos y se marcharon para continuar con el tendido de la línea.
Las plantas que había en torno del re-ciente huésped de la fraga permanecieron varios días cohibidos con su presencia, porque ya se ha dicho que su timidez es muy grande. Al fin, la que estaba más cerca de él, que era el pino alto, alto, recio y recto, dijo:
–Han plantado un nuevo árbol en la fraga.
Y la noticia se propagó por las hojas del eucalipto que rozaba al pino, y por las del castaño que rozaban al eucalipto (...). Los troncos más elevados miraban por encima de las copas de los demás, y cuando el viento separaba la fronda, los más apartados se asomaban para mirar.
–¿Cómo es? ¿Cómo es?
–Pues es –dijo el pino– de una especie muy rara. Tiene el tronco negro hasta más de una vara sobre la tierra, y des-pués parece de un blanco grisáceo. Resulta muy elegante.
–Sus frutos –continuó el pino fijándose en sus aisladores– son blancos como la piedra de cuarzo y más lisos y brillantes que las hojas del acebo (...).
Un día el pino le preguntó al poste:
–¿No quiere usted cantar con nosotros?
El poste no contestó.
–Seguramente –insistió el pino, inclinando su copa en cortesía– su voz es delicada y armoniosa, y a todos nos agradará que se una a las nuestras.
El poste silbó malhumorado:
–¿Y a qué viene eso? ¿Qué cantan ustedes?
–Imitamos a un tren remoto.
–¿Y para qué? ¿Son ustedes el tren?
–No –reconoció el pino avergonzado.
–Entonces, ¿qué pretenden con esa mixtificación? Ya que ustedes me interpelan, les diré que no encuentro seria su conducta.
–¿Acaso la canción del mar?
–Ninguna de ellas. Este es un bosque sin formalidad.
¿Quién podría creer que árboles tan talludos pasasen el día cantando como ranas? Yo no canto nunca, susurro apenas. Si ustedes acercasen a mí sus oídos, escucharían el murmullo de una conversación, porque a través de mí pasan las conversaciones de los hombres. Eso sí que es maravilloso. Sepan que vivo consagrado a la ciencia y que yo mismo soy ciencia, y que todo lo que ustedes hacen a mí alrededor lo reputo como bagatela y sensiblería…
Aquel año los vendavales de invierno fueron prolongados y duros. Durante varios días seguidos los árboles no conocieron el reposo… A la tercera noche, un cedro no pudo más y se desplomó, roto. Las ramas de algunos compañeros próximos intentaron sostenerlo, pero estaban cansadas también y se quebraron y dejaron resbalar hasta el suelo al bello gigante, con un golpe que resonó más allá de la fraga… Únicamente el poste pareció alegrarse.
–Al fin se decidió a cumplir su destino –declaró. Ahora podrán hacerse de él hermosas puertas, que es para lo que ha nacido; no para esconder gorriones ni para tararear tonterías.
Pasado cierto tiempo, volvieron al lugar unos hombres muy semejantes a los que habían traído el poste; lo examinaron, lo golpearon con sus herramientas, comprobaron la fofez de la madera carcomida por larvas de insectos y lo derribaron. Tan minado estaba que al caer se rompió.
El bosque hallábase conmovido por aquel tremendo acontecimiento. La curiosidad era tan intensa que la savia corría con mayor prisa. Quizás ahora pudieran conocer, por los dibujos del leño, la especie a la que pertenecía aquel ser respetable, austero y caviloso.
–¡Mira e infórmanos! –rogaron los árboles al pino.
Y el pino miró.
–¿Qué tenía dentro?
Y el pino dijo:
–Polilla.
–¿Qué más?
Y el pino miró de nuevo:
–Polvo.
–¿Que más?
Y el pino anunció, dejando de mirar:
–Muerte. Ya estaba muerto. Siempre estuvo muerto.
Aquel día, el bosque decepcionado calló. Al día siguiente entonó la alegre canción en la que imita a la presa del molino. Los pájaros volvieron. Ningún árbol tornó a pensar en convertirse en silla o en trincheros. La fraga recuperó de golpe su alma ingenua, en la que toda la ciencia consiste en saber que cuanto se puede ver, hacer o pensar sobre la tierra, lo más prodigioso, lo más profundo, lo más grave es esto: vivir.
El egoísta es –salvando las distancias– como una mina antipersona: siente continuamente que todo el mundo le rodea; entrar en su ámbito personal supone un riesgo, y si uno tiene que tratar con él, hay que hacerlo con mucho sigilo y sutileza, pues siempre se puede dar por aludido y en cualquier momento estallará su amor propio.
Dos amigos hablaban de un conocido que te¬nía un problema serio de salud. Uno de ellos terminó la conversación diciendo:
–La verdad es que no somos nadie.
A lo que el otro respondió como un resorte:
–No lo serás tú, porque yo soy médico.
Otra característica del egoísta es su falta de interés por los demás; toda su preocupación gira en torno a su persona y sus asuntos. La soberbia y la soledad son irremediablemente sus compañeras de viaje.
Los pobrecitos soberbios sufren por mil pequeñas tonterías, que agiganta su amor propio, y que a los otros pasan inadvertidas .


sábado, 12 de noviembre de 2016

CUANTO SE APRENDE, CÓMO MADURAMOS CON LOS PROBLEMAS Y DIFICULTADES.


Cuánto se aprende, cómo madura­mos con los problemas y dificultades. El que sabe sufrir no pierde la calma.

         El tiempo da la experiencia, el sufrimiento la maduración; la experiencia ayuda a tomar decisiones, la maduración a aceptar las consecuencias.

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         Al igual que el ejercicio físico desarrolla la masa muscular, las dificultades y los problemas ayudan a poner las cosas en su sitio y a darles la importancia que verdaderamente tienen.

         Cuando uno sale de una enfermedad grave en la que le ha visto las orejas al lobo, las cosas se ven desde otra perspectiva: en la vida hay tres o cuatro cosas importantes, y todo lo demás es superfluo y efímero.
         No podemos dejar pasar esas dificultades o cruces sin sacarles el máximo provecho, sabiendo ver la mano de Dios en todas y cada una de ellas. C. S. Lewis en su libro  El problema del dolor, explica que Dios se hace el encontradizo con el hombre:

Dios nos susurra en nuestros placeres, nos habla en nuestra conciencia, pero nos grita en nuestros dolores: es su megáfono para despertar a un mundo sordo.

         Con referencia al tema de las que se suelen llamar coloquialmente cruces, me viene a la cabeza una historia que leí hace tiempo.

Un hombre se quejaba continuamente de su cruz. Un día se le apareció un ángel y le dio la posibilidad de cambiarla por otra. Lo llevó a una gran estancia donde había innumerables  cruces. Todo fue llegar y soltar su propia cruz, que tanto le pesaba y empezar a probar todas, una tras otra.
–Mira, ésta parece liviana pero… se me resbala y me duele.
–Ésta es ligera pero… tiene muchas aristas y se me clava en el hombro. 
Así pasó un buen rato, hasta que por fin le dijo al ángel que pacientemente le observaba:
–Vaya, ¡ésta, ésta es la mía!
El ángel sonriendo le dijo:
–Pero hombre... Si ésa es la misma que tú traí­as.

No te quepa la menor duda de que Dios no permite cruces que superen nuestras fuerzas. Las que realmente no podemos llevar son las que tontamente nos inventamos nosotros mismos.



lunes, 24 de octubre de 2016

CUANDO UNO SEA CAPAZ DE CORREGIR...




CUANDO UNO SEA CAPAZ DE CORREGIR SIN SENTIR LA OFENSA COMO ALGO PERSONAL SINO COMO ALGO PERSONAL SINO COMO UNA OCASIÓN PARA QUE LA PERSONA AMADA SEA MEJOR, ESTAREMOS EN EL CAMINO DE LA PERFECCIÓN. DE NADA SIRVE CORREGIR SOLO PORQUE NOS HEMOS SENTIDO OFENDIDOS.

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         Diariamente observamos actuaciones en el ámbito familiar, social o profesional que son mejorables. A veces tenemos la obligación moral de corregir, bien por cercanía familiar, bien por necesidades de nuestro cargo, o sencillamente por amor a la persona que hace algo mal. En todas estas situaciones hay que actuar con auténtico amor. Y con prudencia, pues siempre hay que analizar las circunstancias que han podido dar lugar a esa actuación e intentar corregir el hecho en sí mismo, sin juzgar nunca las intenciones.

         Un problema puede estar provocado por muchas circunstancias, pero si lo convertimos en algo personal dificultamos su solución, pues solo veríamos mala intención, no el error o la ignorancia; y acabamos aborreciendo a la persona. Entonces, nos molestará todo lo que ella haga o diga, lo pondremos en duda y habrá problemas personales. Hay que tener la valentía de poner los medios para que se resuelva lo antes posible.

         Y un consejo: tenemos que aprovechar los errores de nuestros semejantes para educar –así sembramos paz– y no para fastidiar –así sembramos discordia–.



lunes, 3 de octubre de 2016

HAY VECES...



HAY VECES QUE NOS DUELE MÁS LO QUE OPINAN LOS DEMÁS DE LAS TRAVESURAS DE NUESTROS HIJOS, QUE LA TRAVESURA EN SÍ.

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         Es propio de la condición humana juzgar a los demás, y como consecuencia sentirnos juzgados.

Las situaciones más comunes adquieren unas connotaciones distintas en función del auditorio.  No es lo mismo que le llamen a uno la atención a solas que en público.  En la segunda situación, al tirón de "orejas", se añade lo que pensarán los testigos de esa llamada al orden.  Es evidente que nuestra reacción será distinta en una u otra situación.

            En no pocas ocasiones nuestros hijos se rebelan contra nuestras órdenes o indicaciones, y tratan de echarnos un pulso; haciendo patente esa rebeldía que todos llevamos dentro.  Estas situaciones, que en el ámbito familiar se suelen resolver con paciencia y con alguna que otra carantoña, sin embargo en el ámbito social –familiares y amigos–, el qué dirán o el qué pensarán, pueden dar al traste con esa paciencia, que se hace impaciencia, al sentirnos observados y al estar –teóricamente- en prestigio nuestra autoridad.

            No podemos perder los papeles, ni dejarnos influenciar por el espectáculo que en alguna que otra ocasión pueden dar nuestros hijos.  No nos puede doler más lo que opinen los "espectadores" que la travesura de nuestros hijos. Es más, en estas situaciones tendremos que actuar como siempre, buscando el bien de nuestros hijos, y pensando que más sabe el loco en su casa que el cuerdo en la ajena.

Se me viene a la cabeza una anécdota de un profesor con muchas horas de vuelo, que  puede servir de pauta en situaciones comprometidas:

Como consecuencia de la revisión de un examen, un alumno sale airado de la clase gritando:
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− "Y un mojón 'pa' ti"

Ante tal situación todo el alumnado quedó en un silencio expectante y fijos sus ojos en el profesor ultrajado.  El cual sin perder la sonrisa y la calma comentó:

− Os habéis dado cuenta de la falta de respeto de vuestro compañero.  Tendría que haber dicho:

− "Y un mojón 'pa' usted".


jueves, 29 de septiembre de 2016

TENEMOS PRISA POR DISFRUTAR...


TENEMOS PRISA POR DISFRUTAR...

Tenemos prisas por disfrutar en esta vida y huimos del sacrificio y de las contrariedades. Grave error: «el que pierda su vida por amor  a mí, la encontrará; y el que guarde su vida para sí, la perderá». (Lc. 17, 33)

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         En la sociedad hedonista –lo importante en ella es pasarlo bien y huir de lo que conlleve sacrificio–, eso "de perder la vida" no puede entenderse. Si el sacrificio se hace por el bienestar del propio cuerpo o por la vanidad de sentirse admirados, se acepta lo que haga falta: planes de comidas, ejercicios extenuantes, operaciones... Pero si los mejores esfuerzos hay que dedicarlos a los demás, las pegas surgen inmediatamente: justificaciones muy "racionales", opiniones muy "objetivas"... El caso es escurrir el bulto.
         Hay veces que ese egoísmo o falta de espíritu de sacrificio se da en el ámbito familiar, y entonces nos encontramos, y es solo un ejemplo, con las lamentables situaciones de unos padres desatendidos por sus propios hijos.

         Una persona que desatiende sus obligaciones familiares y sociales por una desordenada búsqueda de la su felicidad, no podrá ser feliz nunca. Le ocurrirá lo que al estudiante –y todos hemos tenido experiencia– que desatiende la preparación de un examen por estar en la calle con sus amigos y, sin embargo, no es capaz de disfrutar porque su conciencia le recuerda continuamente que tiene que preparar el examen del día siguiente.

         Qué alegría y qué satisfacción, por el contrario, irse a la tumba con la certeza de haber sido útil a los demás; y qué buen ejemplo para nuestros hijos y para los que nos rodean.


         El papa Benedicto XVI, en su encíclica Dios es Amor, n. 6, nos recuerda la urgente necesidad que tiene nuestra sociedad del verdadero amor:

En oposición al amor indeterminado y aún en búsqueda, este vocablo expresa la experiencia del amor que ahora ha llegado a ser verdaderamente descubrimiento del otro, superando el carácter egoísta que predominaba claramente en la fase anterior. Ahora el amor es ocuparse del otro y preocuparse por el otro. Ya no se busca a sí mismo, sumirse en la embriaguez de la felicidad, sino que ansía más bien el bien del amado: se convierte en renuncia, está dispuesto al sacrificio, más aún, lo busca... El amor –caritas– siempre será necesario, incluso en la sociedad más justa. No hay orden estatal, por justo que sea, que haga superfluo el servicio del amor. Quien intenta desentenderse del amor se dispone a desentenderse del hombre en cuanto hombre. Siempre habrá sufrimiento que necesite consuelo y ayuda. Siempre habrá soledad. Siempre se darán también situaciones de necesidad material en las que es indispensable una ayuda que muestre un amor concreto al prójimo. La afirmación según la cual las estructuras justas harían superfluas las obras de caridad, esconde una concepción materialista del hombre: el prejuicio de que el hombre vive «solo de pan», una concepción que humilla al hombre e ignora precisamente lo que es más específicamente humano.


jueves, 22 de septiembre de 2016

HAY QUIEN CORRE POR LLEGAR PRIMERO, Y HAY QUIEN CORRE POR LLEGAR ANTES.



HAY QUIEN CORRE POR LLEGAR EL PRIMERO Y HAY QUIEN CORRE POR LLEGAR ANTES.

Hay quien corre para llegar el primero, y hay quien corre para llegar antes. los dos corren, pero por distintos motivos: ¿cuál es el tuyo?

Si no hubiera meta, nadie terminaría la carrera.

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         Como he dicho en la introducción, conocerse es de vital importancia, es fundamental conocer la naturaleza del hombre.

         Estas palabras de Julián Marías vienen muy bien para reflexionar sobre esta cuestión:

El cuerpo me dice qué soy, pero no quién soy. El quién es propio del alma. El cuerpo me dice que estoy hecho de carbono, oxígeno, nitrógeno, calcio, hierro, etc. Pero la personalidad, la simpatía, la cordialidad, la amabilidad, la sinceridad, el orgullo, la soberbia, la mentira, el odio, la venganza, son defectos y virtudes espirituales. Un chequeo médico descubre mi cuerpo enfermo: que soy diabético, que tengo colesterol, o que soy miope; pero al mismo tiempo mi espíritu, mi ánimo, mi alegría, mi optimismo pueden ser muy saludables. Aunque haya cierto influjo entre el cuerpo y el alma, evidentemente el hombre no se reduce a lo que es su cuerpo, sino que es más importante quién es su persona: esto es algo que trasciende la materia.

         Y Juan Pablo II escribió en su encíclica Fe y razón, n. 1:

Vivimos ajetreados. Queremos hacer muchas cosas y no tenemos tiempo para nada. Giramos en círculo y no avanzamos. Y es que no hay horizonte. Muchos ignoran el sentido de la vida. Ignoran el porqué y para qué de la vida. Sin embargo todo ser racional debería preguntarse; ¿Qué hago en la vida? ¿A dónde voy? ¿Qué hay después de esta vida?

Si me conozco y conozco la condición humana, nada me ha de quitar la paz: ni mis miserias ni las de mis semejantes. Solo tendré que preguntarme cuál es la motivación de mis actos y poner los medios para que esa carrera que es la vida tenga una orientación y una meta.

     Por lo tanto, lo importante no es ser ni alto, ni bajo, ni listo, ni torpe, ni simpático, ni antipático..., sino saberlo y aceptarlo. 


lunes, 12 de septiembre de 2016

FUERA PREJUICIOS Y RESPETOS HUMANOS



 FUERA PREJUICIOS Y RESPETOS HUMANOS

         Estas dos formas de comportarse impiden nuestro crecimiento como persona.

         La primera –los prejuicios– son como unas orejeras que nos impiden ver lo que no entra en nuestro campo visual. Todos tenemos la experiencia de habernos formado un juicio equivocado de alguna persona o institución –que no nos caen bien–, apoyándonos en  detalles o comentarios sin ningún fundamento. Un prejuicio es una opinión previa y tenaz, por lo general desfavorable, acerca de algo que se conoce mal. Como decía Albert Einstein, «es más fácil desintegrar un átomo que un prejuicio».

         Y los respetos humanos son como un freno que nos impide actuar con naturalidad. Someten a la persona al qué dirán, al qué pensarán, al miedo al ridículo, a la incapacidad de dar a conocer sus sentimientos y sus puntos de vista. Los respetos humanos paralizan a la persona. Si conseguimos vencerlos, seremos más libres, sencillos y naturales; de lo contrario, iremos por la vida como el labriego que volvía del campo con su hijo en el cuento del conde Lucanor:

Iba orondo sobre su asno, satisfecho de la vida, cuando se topó con un vecino, que le afeó su conducta:
–¿Qué, contento? ¡Y al hijo que lo parta un rayo!
Se apeó el viejo y montó el hijo en el asno. Poco más adelante se encaró una mujer con ellos:
–¡Cómo! –exclamó indignada. ¿A pie el padre? ¡Vergüenza le debía dar al mozo!
–Bajó éste del burro, y tras él caminaban padre e hijo cuando alguien les lanzó una indirecta:
–¡Cuidado, que se cansa el asno!
No sabiendo qué hacer, montaron ambos. Andaba cansino el burro el último trecho del camino cuando alguien les voceó de nuevo: ¡Se necesita ser bestias! ¿No veis que el pobre animal no puede con su alma? 


miércoles, 7 de septiembre de 2016

La verdad no se discute: la verdad se busca



LA VERDAD NO SE DISCUTE: LA VERDAD SE BUSCA

Comienzo con una canción de Antonio Machado:

¿Tu verdad? No, la Verdad.
Y ven conmigo a buscarla.
La tuya, guárdatela.

         He tratado de profundizar en el concepto de verdad y he desistido, pues hay infinidad de teo­rías filosóficas que hacen difícil encontrar una definición que aclare esta palabra tan manoseada. Pero me quedo no con una definición, sino con unas palabras que han ayudado a millones de mujeres y hombres a que su vida haya estado enfocada a la búsqueda de la Verdad (con mayúsculas): «Yo soy el camino la verdad y la vida»[1].

         No cabe duda que buscar la verdad tiene un riesgo, pues si uno llega a ella ya no se puede dejarla escapar, hay que tener la valentía de deshacerse de todos los sucedáneos que la condición humana busca para justificar sus caprichos y torpezas.

         Estar en la ignorancia de las cosas conlleva un riesgo que a veces desemboca en tragedias. El ignorante es fácilmente manipulable, inseguro en el decir y en el obrar. Además, si no se conoce la realidad de las cosas no se les puede sacar el máximo provecho.

         La ignorancia es en ocasiones invencible, no se puede evitar. Pero la mayor parte de las veces procede de la falta de vencimiento personal. Porque la verdad hay que buscarla, con esfuerzos y sacrificios, sin subterfugios. Ya lo afirmó Pascal: «Muchos están siempre dispuestos a negar todo aquello que no comprenden». Machado también lo expresó a su manera: «Desprecian cuanto ignoran».


[1] Juan 14.6 


EL HOMBRE NO HA CAMBIADO: SOLO HAN CAMBIADO LAS CIRCUNSTANCIAS.



El hombre no ha cambiado: solo cambian las circunstancias

         Es muy divertido y entrañable repasar los álbumes de fotos que todos conservamos en nuestro hogar. Uno advierte los cambios que se han producido en el aspecto físico y en la indumentaria; todo nos parece tan lejano en el tiempo y a la vez tan cercano en los sentimientos…

         ¿Qué observamos en esas fotos? Imágenes por las que ha pasado el tiempo, pero que representan a la persona que soy. Es verdad que uno es la misma persona, pero a la vez distinta en vivencias y en circunstancias. Ciertamente han variado las circunstancias externas, pero ¿y la condición humana?

         El hombre siempre se ha sentido mal ante un suceso triste o doloroso; alegre ante una buena noticia; lleno de envidia ante los éxitos de su semejante; rencoroso ante una jugada que le han hecho o extasiado ante la belleza de un paisaje.

         La naturaleza del hombre no cambia. La condición humana de todos los tiempos hace que todos experimentemos la avaricia, la generosidad, la vanidad, el odio, la venganza, la ambición, la entrega, la bondad, la ale­gría...

La juventud de hoy está corrompida hasta el corazón. Es mala, atea y perezosa. Jamás será lo que la juventud ha de ser, ni será capaz de preservar nuestra cultura.

         Esta afirmación, que se podría escuchar en nuestros días, corresponde a... una inscrip­ción grabada en una tablilla babilónica del siglo XI a. de C.

         Y si queréis una de sexo, sugiero la lectura de la historia de Susana que se cuenta en el libro del profeta Daniel[1]





[1] Daniel 13, 1-64.

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sábado, 3 de septiembre de 2016

EL QUE TIENE BOCA SE EQUIVOCA...



EL QUE TIENE BOCA SE EQUIVOCA.  NO HAY QUE TENER MIEDO A EDUCAR.  ES PREFERIBLE EQUIVOCARSE EN EL INTENTO A NO INTENTARLO POR MIEDO A EQUIVOCARSE.


Flota en el ambiente un equívoco –so capa de respeto a la libertad- que dice que nuestros hijos, cuando sean mayores, ya tendrán tiempo de decidir sobre una serie de cuestiones que marcarán su camino en esta vida tan rica y compleja.  Este razonamiento conlleva a una falta de exigencia en algunos aspectos de su educación.  Unos por comodidad y otros por no complicarnos la existencia.  Así quedan expuestos al influjo exterior: escuela, amigos, medios de comunicación, modas, etc.; que se encargan de aleccionar a esa criatura indefensa en base a intereses económicos, ideológicos, etc.

Dado que los padres somos los primeros educadores, no podemos hacer dejación de nuestros derechos por miedo a equivocarnos; pues podría ocurrir, que el día de mañana nuestros hijos nos echaran en cara esa falta de exigencia:

– Sí tú sabías que eso era así, ¿por qué no has sido más exigente conmigo?

Como botón de muestra copio un texto de Gilbert K. CHESTERTON (Razones para la fe. Styria) que puede dar luz a nuestros miedos:

He aquí una frase que oí el otro día a una persona muy agradable e inteligente, y que cientos de veces he oído a cientos de personas. Una joven madre dijo: "No quiero enseñarle ninguna religión a mi hijo. No quiero influir en él;  quiero que elija por sí mismo cuando sea mayor". Ése es un argumento corriente,  que se repite con frecuencia, y que, sin embargo, nunca se aplica de verdad. Por supuesto que siempre la madre influirá sobre su hijo. De la misma manera la madre podía haber dicho: "Confío en que escogerá a sus propios amigos cuando crezca; por eso no quiero presentarle ni a primas ni a primos".
Sin embargo, la persona adulta en ningún caso puede escapar de la responsabilidad de influir sobre el niño; ni siquiera cuando se impone  la enorme responsabilidad de no hacerlo.  La madre puede educar al hijo sin elegirle una religión; pero no sin elegirle un medio ambiente. Si ella opta por dejar a un lado la religión, está escogiendo ya el medio ambiente; y además,  un medio ambiente funesto y antinatural. Para que su hijo no sufra la influencia de las supersticiones y tradiciones sociales, la madre tendrá que aislar a su hijo en una isla desierta y allí educarlo.  No obstante, está escogiendo la isla, el lago y la soledad; y es tan responsable de obrar así como si hubiera escogido la secta de los mennonitas o la teología de los mormones.  Es del todo evidente, dicen, para quien piense durante dos minutos, que la responsabilidad de encauzar la infancia pertenece al adulto, por la relación existente entre éste y el niño, completamente al margen de las relaciones de religión y de irreligión. Pero la gente que repite esta fraseología no la piensa dos minutos. No intenta unir sus palabras con la razón, con una filosofía. Han oído ese argumento aplicado a la religión, y nunca piensan en aplicarlo a otras cosas fuera de ella.  Nunca piensan en extraer esas diez o doce palabras de su contexto convencional y tratar de aplicarlas a cualquier otro contexto. Han oído que hay personas que se resisten a educar a los hijos aun en su propia religión. Igualmente podría haber personas que se resistieran a educar a los hijos en su propia civilización.  Si el niño cuando sea mayor puede preferir otro credo, igualmente cierto es que puede preferir otra cultura. Puede molestarse por no haber sido educado como un buen sueco burgués; puede lamentarse profundamente no haber sido educado como un sandemanian ( ...). De la misma manera puede lamentar haber sido educado como un caballero inglés y no como un árabe salvaje del desierto. (...)  Pero, evidentemente, alguien ha tenido que educarlo para llegar a ese estado de lamentar tal o cual cosa; y la responsabilidad más grave de todas es tal vez la de no guiar al niño hacia ningún fin.


jueves, 25 de agosto de 2016

DOS VERDADES A MEDIAS: ¿QUÉ HABREMOS HECHO MAL? O ¡QUÉ BIEN LO HEMOS HECHO!




DOS VERDADES A MEDIAS: ¿QUÉ HABREMOS HECHO MAL? O ¡QUÉ BIEN LO HEMOS HECHO!

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Los años, al igual que la altura, nos van descubriendo un panorama y una amplitud de miras que facilitan la comprensión y el juicio de los avatares que rodean nuestra existencia, y como no, la de nuestros hijos.

No pocas veces los padres nos replanteamos nuestros criterios educativos en función de los éxitos o fracasos de nuestros hijos.  En otras ocasiones nos cuestionamos por qué en una misma familia –donde los hijos han recibido los mismos criterios educativos– aparecen comportamientos diametralmente opuestos.

Todo esto está muy bien, pero no podemos olvidar que cada ser humano es único e irrepetible, no hay dos personas iguales.  Nuestros hijos tienen una serie de rasgos biológicos y genéticos heredado de sus progenitores, pero con caracteres diferentes: introvertidos, reservados, listos, espontáneos, cabezones, habilidosos, alegres, rencorosos y, un largo etcétera.

¿Y por qué son así?  Pues yo sinceramente no lo sé.  Seguro que hay expertos que  podrían darnos luces.  Lo que sí podríamos hacer, es adaptar nuestras recetas a las características de nuestros hijos.  Aquí no sirve café para todos: a hijos diferentes, trato diferente.

Tenemos que ponerles delante de la realidad.  Orientarles y hacerles valer esos talentos que Dios les ha dado; porque al final son ellos y solamente ellos los que decidirán su  camino.  Por lo tanto los padres no tenemos que tener el dilema de si lo hemos hecho bien o mal: hemos hecho lo que buenamente hemos podido o sabido y, ellos –estrenando su libertad– harán lo que crean conveniente.  Pero no nos quepa la menor duda de que siempre tendrán el referente de la educación recibida en la familia.

Hace años, oí a una conferenciante, referir qué piensan los hijos de sus progenitores: Hasta los diez o doce años, consideran a sus padres como los mejores, los más listos, los más fuertes, etc., etc.  Entre los trece y los veinte años los padres son una plasta: pesados, dictadores, agarrados y un largo etcétera.  A partir de los veinte y pocos y ante una decisión importante: voy a consultarlo con mis padres.  Y cuando ya son mayores y en muchos casos los padres hemos pasado a mejor "vida": ojalá estuviesen aquí mis padres.



martes, 16 de agosto de 2016

EN EL MATRIMONIO, O EDUCAN JUNTOS O MALEDUCAN POR SEPARADO.


EN EL MATRIMONIO, O EDUCAN JUNTOS O MALEDUCAN POR SEPARADO.

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Por mi profesión, en más de una ocasión he intervenido en la ejecución de alguna que otra piscina o balsa que, como todos sabemos, son recintos cerrados, que entre otras, tienen la finalidad de retener el agua que contienen. Están formados por un vaso estanco, realizado con unos muros de hormigón. Estos muros están compuestos normalmente por una estructura de acero y por tres elementos: cemento, arena y grava.  A los que hay que hacer vibrar  convenientemente para evitar que se produzcan en su interior coqueras –huecos– que impidan el paso del agua a su través.

Siguiendo con el símil, el vaso de la piscina lo componen el padre y la madre; y el agua son nuestros hijos, que como el líquido elemento, intentarán –de una forma natural- traspasar los muros que los padres imponen en función de un fin concreto: educar.

Como todos sabemos, el agua se adapta a la vasija que la contiene. Algo parecido tendría que ocurrir con nuestros hijos: adaptase a esa "vasija" que es el seno familiar y los criterios educativos de los padres.  No obstante, al igual que el líquido elemento ejerce una presión sobre las paredes de la vasija, nuestros hijos están continuamente ejerciendo dicha presión en base a su libertad: ese llanto del recién nacido que quiere que le cojan de la cuna; ese pequeño que se niega a recoger los juguetes; ese niño que forcejea para quedarse un rato más ante el televisor; o ese adolescente que intenta imponer a sus padres la hora de llegada a casa, etc., etc.

¿Qué ocurriría en esa piscina si no hubiera cohesión entre los distintos elementos que componen el hormigón? Pues os puedo asegurar, que a los pocos días, el agua habría desaparecido y los muros no tendrían ninguna finalidad.

Continuando con el símil: ¿Qué ocurriría en un matrimonio donde el marido y la mujer no estuvieran de acuerdo en los criterios educativos? Pues al igual que en la piscina, los hijos se saldrían con la suya, colándose por los resquicios que el padre y la madre dejan por la falta de unidad en los criterios educativos.

Leonardo Polo (en su libro Ayudar a crecer) al respecto, comenta lo siguiente: la educación es obra de los dos esposos y, en consecuencia, los dos se tienen que poner de acuerdo; es decir, no puede haber una discrepancia radical o desunión entre ambos, y querer educar cada uno por su lado. Esta tesis también está suficientemente ratificada por la experiencia.

En resumen: a la hora de tomar una decisión, pueden darse estas y otras variantes, pero siempre en plural y de la mano: ¿Qué hacemos? ¿Nos estaremos equivocando? ¿Acertaremos? ¿Será lo correcto? ¿Nos arrepentiremos? ¿Nos interesará? ¿Se enfadará? ¿Le gustará? ¿Funcionará? ¿Tendremos fuerzas? ¿Seremos capaces? ...para esto se educa.

Hay también elementos familiares a los que el hijo recurre para lograr esquivar "los muros" que impiden hacer lo que les apetece, produciendo un chapoteo en dicha "piscina" que hace saltar el agua por encima de sus límites: me refiero a los abuelos. Quiero aquí hacer una mención especial a esta figura familiar que siempre ha desempeñado una labor impagable en la educación de nuestros hijos, y que hoy día, suplen en muchos casos la ausencia de los padres por razones laborales, o de otra índole.  Es importante que su papel sea de meros colaboradores, y que a la hora de tomar decisiones cuenten con el beneplácito de los padres, que al fin y al cabo son los responsables directos de su educación.
Ah, y sin olvidarse que... los padres tienen que organizarse con los hijos como si no tuvieran a nadie, sabiendo que si les falla "nadie", siempre tienen a los abuelos.

Para terminar una recomendación de San Agustín: Obedeced más a los que enseñan que a los que mandan.



viernes, 26 de febrero de 2016

¡DOCE MIL ENTRADAS!

¡Doce mil entradas!
Suelo tener la costumbre de tomar nota de los textos que despiertan mi interés. Del que se cita a  continuación  no tuve la precaución de indicar su origen; no obstante me ha servido para orientar mis actuaciones en el saber: que me enriquezcan a mí y a mis semejantes. Y,  este fue el motivo de embarcarme hace unos años en el blogs: EL MATRIMONIO UNA GRAN AVENTURA.
Al el día de la fecha se han producido doce mil entradas y, quiero haceros partícipes de mi alegría -y quizás también de mi vanidad.
Gracias por ayudarme a seguir trabajando por esta gran institución del MATRIMONIO.

"Hay personas que desean saber solo por saber,  y esto es curiosidad; otras, por alcanzar fama, y esto es vanidad; otras, por enriquecerse con su ciencia, y esto es un negocio tonto; y otros, para edificar a los demás, y esto es caridad."


miércoles, 3 de febrero de 2016

RAÚL GONZÁLEZ: LOS PIES EN EL SUELO



Reportaje resumido del número 90 de "Vanity Fair", 19 enero 2016

Raúl González ha sido una leyenda en el fútbol durante más de dos décadas. Jugó en el Real Madrid de 1992 a 2010, fue el máximo goleador (Cristiano Ronaldo acaba de superarlo por un tanto), posee el récord de partidos oficiales en la historia del club y ganó tres Champions League, dos Intercontinentales, una Supercopa de Europa, seis Ligas y cuatro Supercopas de España. Y Raúl, a los 38 años, se ha retirado.

Lo entrevistamos a él y a su mujer Mamen Sanz en Manhattan, donde residen con sus cinco hijos. Mamen nos explica su día a día allí: "En Nueva York casi no usamos el coche. Vamos en metro o caminando. No es una ciudad pensada para cinco niños, no se ven esas familias por la calle. Pero hemos tenido suerte, acuden a un colegio católico que está a doce bloques andando. Se han integrado muy bien y el mayor está ya en la high school. El fin de semana vamos todos a Central Park a montar en bici o a correr".

Además, cuenta que están preparándose juntos para correr la Maratón de Nueva York y que sus hijos no tienen móvil ni tablet. "Prefiero que los niños jueguen entre ellos".

Raúl se ha retirado del fútbol y acaba de ser nombrado country manager por tres años para promocionar la Liga Profesional de Fútbol en EE UU pero los rumores de que se convierta en entrenador son constantes: "Me lo dicen, me quieren empujar. Necesito mi tiempo. Mi vida ha sido tan clara, ahora tengo que pensar, ver si echo de menos competir. Tengo un proyecto de formación, aprender lo que rodea al fútbol: dirección deportiva, negocio. Es un  periodo de hacer cosas sin ninguna presión para decidir qué me gusta y en unos años regresar a Madrid
Mamen nos cuenta su encuentro con Raúl: "Nos conocimos a través de un amigo común, que me presentó a Guti y a Álvaro también. La verdad es que me costó decidirme a salir con él. No me ofrecía mucha confianza el mundo de los futbolistas. Traté de apartarme una y otra vez, pero el destino no me dejó".
A ella dedicó él todos sus goles. Uno de sus gestos más famosos era correr por el césped besando su anillo de casado para celebrar un tanto. Dice Mamen de su marido: "Raúl lo hace todo fácil. Necesita muy poco para ser feliz. Me recuerda a mi padre. Mi padre era trabajador de Nissan, mi madre peluquera y lo dejó todo cuando nacimos. La de mis padres es una de las mayores historias de amor que he visto. Siguen sentándose frente a la tele cogidos de la mano. Son un ejemplo que me ha dejado un sello de identidad".
¿Y cómo describiría su propia familia? "Lo que nos define a todos es el deporte. La pequeña es una atleta, ha heredado los genes de Raúl. Juega al tenis y al fútbol. El mayor cumple 16 y aún no nos ha pedido salir con amigos. Mientras piense en el deporte no lo hace en otras cosas".
Al preguntarle si le gustaría que alguno fuera futbolista responde: "Su padre ha puesto el listón tan alto que no lo tienen fácil. Les explico que es el sueño de millones de niños, que es una cuestión de probabilidad que lo consigan y que es una posibilidad lejana. Lo importante es que se centren en los estudios. La educación es lo que no te pueden quitar nunca".
Raúl habla sobre sus errores: "Con 19 o 20 años tuve que dar una rueda de prensa porque decían que salía por la noche, que bebía. Tuve que sentarme ahí para decir que quería seguir siendo futbolista. Piensan que los futbolistas debemos estar siempre en casa o en el gimnasio, pero ¡tenemos vida! Cuando pierdes tres o cuatro partidos estalla la crisis. Cristiano marca 50 goles y en cuanto no marca dos, ya empiezan con qué le pasa".
Al comentar lo que ha sucedido con Karim Benzemá y Leo Messi, los últimos escándalos en el mundo del fútbol, afirma: "Se nos exige demasiado. De niño me fijaba en la gente que hacía las cosas bien, en Butragueño. Te podía gustar o no como jugador, pero las madres lo querían para novio de sus hijas. Los niños están ahí observando todo, repiten y hacen los gestos de los jugadores... Pero también a veces nosotros somos niños, hay niños de 20 años, de 25, no te dan un curso para enseñarte a tener mucho dinero, a poder comprarte lo que te da la gana, a que todo el mundo te alabe".
Sobre si el presidente de un club, debe dar ejemplo: "Sí. El club debe dar ejemplo y transmitirles su espíritu a los jugadores. El Madrid es un club muy grande, con unos valores, y sus jugadores y trabajadores deben estar en esa línea. Y el que no esté, no tiene cabida. Pero hay que marcar esas líneas muy bien".
Todo el dinero que ha ganado no se le ha subido a la cabeza: "Yo tenía a mis padres. Y mi forma de ser. Soy un poco raro... No me gustan los coches ni los relojes, me gusta la vida, los pequeños detalles, dar un paseo, el contacto con la naturaleza, ir al cine, ver deporte, estar con los amigos y tomar una cerveza...".
Su primer ídolo, "Futbolístico", aclara, "Maradona". Y sobre Mourinho: "Casi todos los jugadores hablan bien de él. Hizo un trabajo extraordinario en el Real Madrid".