Educar. Arte, ciencia y paciencia.

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lunes, 9 de julio de 2018

CON LOS HIJOS SE HABLA DE TODO...



CON LOS HIJOS SE HABLA DE TODO, PERO A SU TIEMPO. ANTES NO LO ENTENDERÁN, DESPUÉS YA SE HABRÁN ENTERADO, Y DIOS SABE DE QUÉ FORMA.  
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Al igual que en la alimentación hay unas pautas en función de la edad –leche materna, biberón, cereales, frutas, etc.– en el aspecto cognitivo nuestros hijos tienen también unos tiempos. Con la edad, su ámbito existencial se ensancha – familia, colegio, amigos– con nuevas situaciones y vivencias que ponen en juego su natural curiosidad. De hecho todos tenemos experiencias de los por qué de nuestros hijos pequeños que, sin ningún tipo de pudor, ponen en un aprieto nuestra capacidad de explicar lo que nos parece que no pueden entender. Con la edad las cosas se complican En muchas ocasiones los padres no tenemos una respuesta acertada a sus preguntas, bien por falta de criterio, bien por un falso pudor; y damos una larga cambiada poco convincente, que se da de bruces con la realidad de la evidencia. El tema está claro: o somos referencia para nuestros hijos en nuestros dichos y hechos, o buscaran respuesta en otros ámbitos: colegas, internet, etc. ¿Qué hacer? Creo que en primer lugar hemos de crear un clima que haga propicio el diálogo en el seno familiar. Ese clima hay que trabajarlo, es decir prever lugar y hora: la hora de las comidas y las sobremesas son un momento ideal para cambiar impresiones, o ver una buena película en familia, o hacer una excursión el fin de semana. Los padres tienen que saber enmarcar con naturalidad estos planes dentro del ámbito familiar.  En segundo lugar, no desatender ninguna cuestión que preocupe a nuestros hijos desde su más tierna infancia, adaptando la respuesta a su edad y conocimientos. Que noten que son importantes para nosotros, tan importantes, que dejamos lo que estemos haciendo y nos centramos en su problema o, a lo más, les hacemos ver que le atenderemos de inmediato:  −Cariño, en el momento que termine de bañar al hermano hablamos. 
Y en tercer lugar, ser humildes, haciéndoles ver, con naturalidad y serenidad, que en algunos asuntos no tenemos la respuesta y tendremos que acudir a personas con más criterio. Y siempre, mirándoles a los ojos como señal evidente de nuestro interés por sus preocupaciones.