Educar. Arte, ciencia y paciencia.

Educar. Arte, ciencia y paciencia.

sábado, 15 de febrero de 2020

¿CUÁL ES EL REQUISITO BÁSICO DE UNA BUENA EDUCACIÓN, CUANDO SE EDUCA MEJOR? CUANDO EL AMOR AL HIJO ES UNA PROLONGACIÓN DEL AMOR ENTRE LOS ESPOSOS.


¿CUÁL ES EL REQUISITO BÁSICO DE UNA BUENA EDUCACIÓN, CUANDO SE EDUCA MEJOR? CUANDO EL AMOR AL HIJO ES UNA PROLONGACIÓN DEL AMOR ENTRE LOS ESPOSOS.
Desde los primeros días de la vida de nuestros hijos procuramos crear a su alrededor el clima propicio para su desarrollo físico y emocional. Evitamos los ruidos, procuramos que la temperatura sea la idónea, que las comidas tengan un horario, etc. En definitiva, tendemos a que sea feliz. Que se sienta seguro, que se sienta contento, que se sienta amado.
Si observáis, con estas actuaciones vamos creando en nuestros hijos los sentimientos que, según los expertos, es lo primero que tenemos que educar.
¿Y qué son los sentimientos? Pues según el Diccionario de la Lengua, son un «estado afectivo del ánimo producido por causas que lo impresionan vivamente». De ahí, que su estabilidad sentimental dependa fundamentalmente de la estabilidad emocional de los padres, que afectará positiva o negativamente a su esfera psíquico–afectiva. Los niños, desde su más tierna infancia, van con-formando sus sentimientos de acuerdo con los de aquellos que les rodean: gestos, miradas, discusiones, risas, tono de voz, paciencia, respuestas… Si una criatura crece en un ambiente donde las discusiones entre los padres son lo normal, sus sentimientos serán de miedo y temor, y seguramente le acompañarán durante muchos años de su vida. Si por el contrario, el ambiente del hogar es de amor entre los esposos, sus sentimientos serán de alegría y seguridad.
Como es natural, los sentimientos positivos –amor, alegría, confianza, amistad, etc. – favorecen y fundamentan la educación de la inteligencia y la voluntad; por el contrario, los negativos –angustia, odio, indiferencia, celos, etc. – los dificultan.
Hace años tuve un alumno con serios problemas académicos. Me juraba y perjuraba que todos los días se ponía a estudiar después de almorzar. Al final, después de un tiempo, me confesó avergonzado que su padre llegaba todos los días del trabajo con unas copas de más y que las discusiones en casa eran constantes, por lo que no tenía capacidad para concentrarse en los estudios, esperando angustiado la llegada de su padre.
Me gustaría terminar esta reflexión con unas palabras de Juan Pablo II:
«La educación de los hijos es proyección y continuación del mismo amor conyugal y, por eso, el hogar familiar que nace como desarrollo natural del amor de los esposos es el ambiente adecuado para la educación humana y cristiana de los hijos. Para estos, la primera escuela es el amor que se tienen sus padres. A través de su ejemplo reciben, desde pequeños, una auténtica capacitación para el amor verdadero».
(Del libro Educar. Arte, ciencia y paciencia)
http://jgsaez.blogspot.com.es/