Educar. Arte, ciencia y paciencia.

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martes, 24 de diciembre de 2019

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Date: mar., 24 dic. 2019 a las 16:06
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lunes, 9 de diciembre de 2019

EDUCARLA VOLUNTAD. LAS GANAS AYUDAN A HACER LAS COSAS Y LA VOLUNTAD A REALIZARLAS:CON GANAS O SIN GANAS.



EDUCAR LA VOLUNTAD. LAS GANAS AYUDAN A HACER LAS COSAS Y LA VOLUNTAD A REALIZARLAS: CON GANAS O SIN GANAS.

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Cuántas veces hemos oído o repetido esta expresión: este crío tiene muy poca voluntad. Sin embargo si nos preguntaran en qué consiste eso de no tener voluntad, seguramente las respuestas serian variopintas: –Es un flojo; no tiene sangre; no le ilusiona nada; no tiene amor propio…
Como otras veces, recurriremos al Diccionario de la Real Academia para ver uno de los muchos significados del vocablo "voluntad": «Facultad de decidir y ordenar la propia conducta».
He querido profundizar un poco sobre el sentido de este sustantivo, tratando de encontrar las teclas que tendríamos que tocar los padres para que aflore en nuestros hijos esta facultad.

En el planteamiento clásico, la voluntad, junto con la inteligencia, es una potencia del alma y, según los expertos la mueve la razón. Cuando el ser humano capta por la inteligencia la noción del bien y la presenta a la voluntad, el hombre tiende a ese bien. De ahí la sentencia: «Nada es querido si no es conocido»; o dicho de otra forma: «No se ama lo que no se conoce».
Con estas premisas, tenderemos a que nuestros hijos utilicen esa voluntad racionalmente, es decir, que ordenen su propia conducta y su estabilidad emocional. Porque la barca sin remos es como la inteligencia sin voluntad. Olas... y de aquí para allá.
Por tanto nos deberíamos preguntar: ¿Cómo educamos la voluntad de nuestros hijos? Creo que orientado sus actos al bien.
En muchas ocasiones la voluntad se pone en marcha por razones atrayentes pero falsas, que despiertan los más bajos instintos y hacen que los chavales actúen irreflexivamente.
¿Y qué herramientas utilizaremos, pues, como afirma Santo Tomás, «el simple querer no depende de la voluntad, sino en tanto que su verdad es descubierta, lo cual, a su vez, depende de la persona»? Las herramientas son las virtudes morales. Se llaman virtudes a los hábitos que tienen que ver con la voluntad, y a los que se oponen los vicios, que serían algo así como hábitos negativos.
A lo largo de estas páginas se ha hecho referencia a esta cuestión de las virtudes: fortaleza, paciencia, laboriosidad, etc., y a que su adquisición exige una serie de actos que derivan en un hábito. Me explico. Si uno quiere vivir la virtud de la sinceridad, tendrá que realizar actos concretos de sinceridad; por ejemplo, no utilizar la mentira para derivar responsabilidades o eludir errores. Esta repetición de actos sinceros, nos llevará a habituarnos –hábito– a decir siempre la verdad: «Que tu sí sea sí y que tu no sea no».
Que no nos ocurra como al crío de la siguiente anécdota:
Suena el teléfono en la escuela:
−¿Hola?
−¿Si? ¡Buenos días!
−Mi niño hoy no pudo ir a la escuela porque está enfermo.
−¿Ah sí? ¿Y con quién hablo?
−Con mi papá…
David Isaac, en su libro La educación de las virtudes humanas, hace una posible distribución de las virtudes según las edades:
–Hasta los siete años: Justicia; Obediencia; Sinceridad; y Orden.
–De ocho a doce años: Fortaleza, Caridad, Perseverancia; Laboriosidad; Paciencia; Responsabilidad; Justicia y Generosidad.
–De trece a quince años: Templanza; Fe; Pudor; Sobriedad; Sociabilidad, Amistad; Respeto; Sencillez y Patriotismo.
–De dieciséis a dieciocho años: Prudencia; Esperanza; Flexibilidad; Comprensión; Lealtad; Audacia; Humildad y Optimismo.
Todas las virtudes anteriores se integran en las que llamamos "virtudes cardinales": Prudencia, Justicia, Fortaleza y Templanza, que constituyen las bases de una vida virtuosa.
Todo un reto, al que los padres tenemos que hacer frente. Seguramente algunas de estas virtudes nos suenan; es más, muchas de ellas las vivimos de una forma natural, aunque en mucha ocasiones de manera superficial e interesada. Bueno, pues si queremos que nuestros hijos sean "señores", tendremos que empezar a profundizar en ellas para poder vivirlas y transmitirlas.
Las virtudes son como el esqueleto en el que se apoya nuestro ser, de ahí su importancia: po­dríamos capacitar a nuestros hijos para el uso del martillo, pero lo realmente importante es la laboriosidad, la fortaleza y las demás virtudes que harán que cada golpe tenga su sentido. Y la adquisición de las virtudes es una labor para toda la vida, en tanto que nunca se dominan por completo: siempre se puede ser más sincero, más leal, o más generoso…





jueves, 31 de octubre de 2019

LAMEJOR VACUNA PARA LOS HIJOS ES UN HOGAR CRISTIANO Y ALEGRE. ES LO QUE LESAYUDARÁ A AFRONTAR ESOS VIRUS QUE HAY EN EL AMBIENTE.



LA MEJOR VACUNA PARA LOS HIJOS ES UN HOGAR CRISTIANO Y ALEGRE. ES LO QUE LES AYUDARÁ A AFRONTAR ESOS VIRUS QUE HAY EN EL AMBIENTE.

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En honor a la verdad, tengo que decir que he utilizado pocas veces el avión como medio de transporte. En primer lugar, porque no he tenido necesidad y en segundo lugar, porque a mi mujer le da pánico y como es natural, ¿a dónde voy yo a ir sin ella?
Todos hemos oído decir que el avión es el medio de transporte más seguro, pero… que se levante del asiento el que no siente cierto temor a que aquello falle. Cuando por motivos profesionales he tenido la necesidad de desplazarme en una aeronave, utilizaba la siguiente técnica para tranquilizarme: ante un ruido extraño o ante una turbulencia, lo primero que hacía era mirar la cara de la azafata, y su expresión me trasmitía la verdadera magnitud de aquel suceso que por desconocido, me quitaba la paz. Afortunadamente, siempre la recuperaba al ver una cara sonriente y amable.
Ocurre algo parecido con nuestros hijos cuando son pequeños, y no pocas veces cuando dejan de serlo. Esos temores, esas dudas, esas inseguridades, necesitan unas caras –del padre y de la madre– serenas, seguras y alegres.
¿Y cómo se consigue esa serenidad? Pues te puedo asegurar que con la verdad. Me explico. ¿Te acuerdas cuando estábamos en clase y el profesor hacía una pregunta? Los que la sabían levantaban el brazo y los que no, nos escondíamos detrás del compañero para que el profesor no se fijara en nuestra ignorancia. Los que levantaban la mano tenían la verdad de la respuesta y su actitud era de alegría y de libertad. No ocurría lo mismo con los que jugábamos al escondite; nuestra ignorancia nos trasmitía inseguridad y miedo ante esa pregunta que nos planteaba el profesor.
Esta es la realidad cuando estamos en la verdad. Sin embargo, cuando los padres no tenemos, o no sabemos transmitir esa verdad, nuestros hijos carecen del sentido de la vida y eso puede dar lugar a situaciones de angustia, pues no obtienen respuesta a las muchas cuestiones que plantea su existencia. «La proximidad a Dios y la angustia son incompatibles», afirma Leonardo Polo.
Por lo tanto, cuando los padres luchan por vivir su vocación cristiana y la transmiten a sus hijos, ocurrirá lo que san Josemaría comenta en la homilía El Matrimonio, vocación cristiana:
«Cada hogar cristiano debería ser un remanso de serenidad, en el que, por encima de las pequeñas contradicciones diarias, se percibiera un cariño hondo y sincero, una tranquilidad profunda, fruto de una fe real y vivida (…). La caridad lo llenará así todo, y llevará a compartir las alegrías y los posibles sinsabores; a saber sonreír, olvidándose de las propias preocupaciones para atender a los demás; a escuchar al otro cónyuge, o a los hijos, mostrándoles que de verdad se les quiere y comprende; a pasar por alto menudos roces sin importancia que el egoísmo podría convertir en montañas; a poner un gran amor en los pequeños servicios de que está compuesta la convivencia diaria».




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sábado, 28 de septiembre de 2019

TENEMOS QUE ENSEÑAR A NUESTROS HIJOS QUE LA VIDA ES UNA COMPETICIÓN CONTRA NOSOTROS MISMOS SOBRE TODO. SI QUEREMOS SER FELICES, HAY QUE APRENDER A SUFRIR.


TENEMOS QUE ENSEÑAR A NUESTROS HIJOS QUE LA VIDA ES UNA COMPETICIÓN CONTRA NOSOTROS MISMOS SOBRE TODO. SI QUEREMOS SER FELICES, HAY QUE APRENDER A SUFRIR.
Estamos inmersos en una sociedad competitiva. El triunfo en muchas ocasiones es fruto del esfuerzo y del trabajo personal. Los padres ponemos a disposición de nuestros hijos, una serie de medios o herramientas que ayudan: un buen colegio, una buena alimentación, un estar pendientes de su salud, etc. Pero hemos de tener claro que sin el esfuerzo personal de nuestros hijos, todos esos medios no sirven para casi nada.
Es labor de los padres fomentar una actitud de esfuerzo y trabajo, exigiendo sus responsabilidades en función de la edad y capacidad.
Si de pequeños y después de una travesura, fuéramos capaces de hacerles reflexionar, de seguro que antes de volver a hacerlo se lo pensarán dos veces. Ayudarles a reflexionar, ¿cómo? Analizando los por qué y los para qué, la repercusión de sus actos –"¿Qué hacemos ahora?"– y su responsabilidad: –"Tendrás que pedir perdón". "¿Qué castigo crees que te mereces?". Es importante ayudarles a conocerse y corregir su carácter agresivo y caprichoso:
−Haz el favor de pedir las cosas por favor.
−No llores, habla. Si lloras no entiendo lo que me quieres decir.
Cuando van creciendo les tenemos que ayudar a buscar la verdad de las cosas, haciéndoles ver que la verdad no se discute, se busca, y que si quieren ser felices tendrán que aceptar los sufrimientos que se derivan del esfuerzo para cumplir con sus obligaciones y de sus limitaciones y las de los que le rodean. Deben saber que la injusticia existe, que la maldad está instalada en el corazón de los hombres y que este mundo está lleno de adversidades.
Se trata de su propia vida, y por tanto nadie les puede suplir en sus sufrimientos. Se puede endulzar el jarabe, pero el que se lo toma es él. Ningún padre ni ninguna madre puede evitar las dificultades que aparecerán en su existencia; es más, si lo hacemos les prestamos un flaco servicio colaborando a su infelicidad.
El sufrimiento y las contrariedades tienen que servirles para crecer en fortaleza y para buscar la solución a los problemas que se les vayan presentando.
Recuerdo una confidencia que me hacía un padre hace ya muchos años en una tutoría. Me contaba cómo su hijo mayor, cuando estudiaba primero de bachillerato le planteó la siguiente cuestión:
−Papá, lo he pensado detenidamente y creo que no sirvo para estudiar y me gustaría ponerme a trabajar.
Ante esta inesperada cuestión y tras unos segundos de silencio, le trató de convencer de que no era fácil encontrar un trabajo sin una buena cualificación profesional. Todo fue inútil: estaba empeñado en dejar los estudios.
−De acuerdo, si estás seguro de tu decisión, tendrás que buscar un trabajo.
−No te preocupes que mañana por la mañana me pongo manos a la obra.
Efectivamente, al día siguiente se levantó muy temprano y se fue en busca de ese ansiado trabajo.
A la hora de comer se presentó en casa y le preguntó:
−Hijo, ¿has encontrado trabajo?
−No, papá.
−Pues ya sabes: toma la puerta y sigue buscando.
−¡Pero papá…!
−Lo siento, hijo, no vuelvas hasta que no encuentres trabajo.
A la hora de la cena ocurrió algo parecido.
−Hijo, ¿has encontrado trabajo?
−No, papá.
−Pues, hijo, creo que no te has enterado: no vuelvas a casa hasta que no encuentres un trabajo.
Después de una semana de sufrimiento del padre y de la madre, se presentó en casa y con voz entrecortada dijo:
−Papá, quiero seguir estudiando.
Esta anécdota nos puede servir para comprender el significado del refrán: Más vale una vez colorado que ciento amarillo.
¿Hablamos claro a nuestros hijos? ¿Les explicamos que tenemos unas obligaciones hacia ellos y ellos hacia nosotros? ¿Les hacemos distinguir entre lo superfluo y lo necesario? ¿Educamos para la vida o para el consumo? ¿Les hacemos ver que su trabajo es el estudio, y que «el que no trabaje que no coma»? En definitiva: disciplinar la vida de nuestros hijos, porque como dice Aristóteles, un hombre indisciplinado no tiene autocontrol.
También hay que hacerles ver que existen unos límites en nuestra responsabilidad como padres, que ellos deben conocer: tienen un techo donde cobijarse, un plato para comer y una cama para dormir, pero que llegará el día en que tengan que buscarse la vida.
(Del libro Educar. Arte, ciencia y paciencia)
  

domingo, 11 de agosto de 2019

NIÑOS CAPRICHOSOS, HOMBRES EGOÍSTAS, MARIDOS PUSILÁNIMES Y PADRES IRRESPONSABLES: MALA AMALGAMA PARA CONSTRUIR UNA FAMILIA.


NIÑOS CAPRICHOSOS, HOMBRES EGOÍSTA, MARIDOS PUSILÁNIMES Y PADRES IRRESPONSABLES: MALA AMALGAMA PARA CONSTRUIR UNA FAMILIA.


Cuando se proyecta un edificio, lo primero que se ha de tener en cuenta es el terreno que lo va a sustentar. Se hacen unas catas y se prevé la cimentación adecuada. Todos tenemos experiencia de que una mala cimentación, a la larga, da problemas: fisuras, grietas y, al final, la ruina de lo que sustenta.
Hoy día, el terreno que pisan nuestros hijos es más bien inestable. De ahí, que desde pequeños, tengamos que poner las bases para que no se hundan en los fangos que aparecerán en su existencia.
Se me viene a la cabeza un pasaje del libro del profeta Daniel (2, 31-45), donde desvela el significado del sueño que tuvo Nabucodonosor:

«En aquellos días, Daniel le dijo al rey Nabucodonosor: Tú, rey, has tenido esta visión: viste delante de ti una estatua, una estatua gigantesca, de un brillo extraordinario y de aspecto imponente. La cabeza de la estatua era de oro puro; el pecho y los brazos, de plata; el vientre y los muslos, de bronce; las piernas, de hierro; y los pies, de hierro mezclado con barro. Tú la estabas mirando, cuando de pronto una piedra que se desprendió del monte, sin intervención de mano alguna, vino a chocar con los pies de hierro y barro de la estatua y los hizo pedazos. Entonces todo se hizo añicos: el hierro, el barro, el bronce, la plata y el oro; todo quedó como el polvo que se desprende cuando se trilla el grano en el verano y el viento se lo lleva sin dejar rastro».
Si desde que son pequeños no somos exigentes con ellos, fortaleciendo su conducta con normas de comportamiento claras, con reglas de juego marcadas por los padres y sin permitir antojos, conseguiremos seres caprichosos y egoístas con los pies de barro. Pueden llegar a tener la cabeza de oro: una licenciatura o un doctorado. Pueden llegar a tener el pecho, los brazos y las piernas de plata o de bronce: sanos y deportistas. Pero si todo eso se apoya en la tibieza, en la indecisión, en la vanidad, en la falta de compromiso, en la falta de reciedumbre etc., todo lo anterior no tendrá dónde apoyarse, y todo lo que toque rodará por los suelos.
En la construcción de un edificio hay etapas: cimentación, estructura, cerramientos, carpintería, fontanería, electrificación, climatización, etc., que tienen una única finalidad: hacerlo habitable. Lo mismo ocurre con nuestros hijos: no se les puede educar como mis niños porque no van a ser niños toda su vida. Tenemos que considerar que hay unas etapas –infancia, niñez, adolescencia, juventud– en las que tenemos que educar de cara a la siguiente, para que al final se integren en una persona hecha y derecha.




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lunes, 8 de julio de 2019

LOS HIJOS VIENEN AL MUNDO PORQUE DIOS LO QUIERE, PERO RESPETANDO LA VOLUNTAD DE LOS PADRES.


LOS HIJOS VIENEN AL MUNDO PORQUE DIOS LO QUIERE, PERO RESPETANDO LA VOLUNTAD DE LOS PADRES.  

En el punto 3 de la introducción, comentábamos que los padres somos colaboradores de Dios. Solo de dicha colaboración surge la persona. El alma, la dimensión espiritual del hombre, es creada por Dios; los padres ponemos en marcha, mediante el acto sexual, las leyes biológicas.  Esto es bueno que lo tengamos claro los padres y que lo enseñemos a nuestros hijos: no estamos aquí por casualidad, por azar. Estas son las palabras que utiliza el hombre para encubrir todo aquello que no comprende. Cuando lo anterior no está claro, nuestros hijos pueden llegar a pensar que somos los culpables de que hayan nacido sin su consentimiento.  

Dios no impone nunca su voluntad. Quiere hijos, no esclavos. Hasta Él mismo engendra a su hijo pidiendo la venia a la Virgen María:

El Ángel del Señor anunció a María, Y concibió por obra del Espíritu Santo.

He aquí la esclava del Señor. Hágase en mí según tu palabra.

Y el Verbo se hizo carne. Y habitó entre nosotros.

Nada ni nadie nos puede imponer el número de hijos; son los esposos, los que de una forma libre, responsable y generosa, tienen que tomar esa decisión.  Recuerdo de mis años mozos que en los patios de mucha casas había pozos artesanales, que surtían a las familias del preciado líquido. Un brocal, que delimitaba su perímetro; una polea, por la que se deslizaba la cuerda de la que colgaba un cubo, que impactaba en el agua sumergiéndose en la profundidad lentamente. Después, había que tirar con fuerza de la cuerda hasta alcanzar por el asa el cubo rebosante de un agua cristalina.  

Apoyándome en la imagen anterior, los hijos son como sacar agua de un pozo: cuesta, pero... es lo único que puede quitarnos la sed de trascendencia; la sed de nuestra soledad; la sed de conocer el sentido de nuestra existencia. Esta agua limpia y fresca dará lozanía a nuestro matrimonio, convirtiéndolo en un vergel donde florecen hijas e hijos de Dios. Puede ocurrir que a veces esa agua no llegue a nuestro pozo: Dios sabe más. Si somos personas generosas, ese amor lo podremos poner al servicio de las muchas necesidades que acucian a nuestra sociedad. En otras ocasiones, el egoísmo, los miedos y la comodidad son los que agujerearan el cubo, haciendo imposible la generación de nuevas criaturas y vaciando de contenido ese tirar de la cuerda. Además, esa generosidad o ese egoísmo lo palpan los hijos y lo hacen suyo.  Transcribo una reflexión que una chica joven le hacía a su marido: «José, el otro día agotada de tanto trajín, me dejé caer en el sofá y cerrando los ojos, me planteé las siguientes preguntas: ¿Cuántas diversiones nos hemos perdido por causa de nuestros hijos? ¿Cuántos recursos materiales les dedicamos? ¿Cuántas horas de sueño perdidas?… Estaba inmersa en estas cuestiones, cuando un "te quiero mamá" de Natalia y un abrazo del más pequeño me devolvieron a la realidad. He tratado de comparar esa sensación con la de los viajes, cenas, conciertos, etcétera, y no hay color. Nuestros hijos son un continuo presente y no un algo que pasó o un algo que se disfrutó, pero que se escapó con su tiempo. Me alegro, Dios mío, de que hayamos puesto la vida por delante de todo».  



domingo, 2 de junio de 2019

DILE A TUS HIJOS QUE SÓLO EL AMOR –EL QUE SE DA Y EL QUE SE RECIBE– LE DA SENTIDO A LA VIDA.


DILE A TUS HIJOS QUE SÓLO EL AMOR –EL QUE SE DA Y EL QUE SE RECIBE– LE DA SENTIDO A LA VIDA.

Le oí a una persona tetrapléjica la siguiente expresión: –Mi vida tendrá sentido siempre que pueda dar amor o siempre que pueda recibirlo. Imaginaos por un momento una hermosa flor que tuviera la posibilidad, por egoísmo, de mantener cerrados sus pétalos a los rayos del sol. Impide que los hombres sean partícipes de su hermosura y que las abejas se alimenten de su néctar y polinicen los prados. Su existencia no tendría sentido pues se ha encerrado en sí misma. A nuestros chavales no les falta hoy de nada pero les sobran muchas cosas. Por poner un ejemplo, solo hay que ver la cantidad de juguetes que se acumulan en las habitaciones y trasteros de muchas casas. Muchos de ellos son la consecuencia del un amor mal entendido de los padres, abuelos y familiares, que disfrutan con la compra
de unos juguetes que en muchas ocasiones los niños no han pedido. El amor en las edades tempranas hay que concretarlo en la generosidad: enseñarles a compartir y a pensar en los demás. En primer lugar en los más cercanos –hermanos, familiares, amigos– y después en los más lejanos. Debemos hacerles ver que hay personas que carecen de lo más imprescindible para llevar una vida digna. Quien no ama está sin motivación para aceptar las normas y obligaciones que existen en la familia y en la sociedad. Solo el amor y no el temor o el interés dignifica la actuación del ser humano. Nuestros hijos nos pueden desobedecer, pero si realmente nos quieren, esa actitud les hará sentirse mal y por eso rectificarán y mejorarán. Como en todo, los padres siempre tienen que ir por delante y entender que la generosidad y el desprendimiento son causa de felicidad. Recuerdo la anécdota de don Andrés, sacerdote de un conocido centro educativo, que exhortaba a unos alumnos de primaria en tiempo de cuaresma:
−¿Quién está dispuesto a sacrificase y ceder el mejor sitio a su padre para ver la televisión?
Como un resorte todos los alumnos levantaron la mano, salvo uno, que con tristeza observaba a sus compañeros.
−Y tú, ¿no estás dispuesto?
−No, don Andrés, es que mi padre siempre se sienta en el mejor sitio…
Otra de los factores que influyen en que nuestros hijos sean egoístas es el número de hermanos. La expresión "hay que compartir" no tiene mucho sentido si el hijo o la hija son único. De ahí que en las familias numerosas sea más fácil educar en el compartir. A continuación propongo algunas ideas que nos podrían ser de utilidad:
– Es más feliz el que da que el que recibe.
– Es más feliz el que perdona antes de que le pidan perdón.
– Es más feliz el que se acerca que el que espera a que el otro venga.
– Es más feliz el que olvida que el que guarda rencor.
– Es más feliz el que sonríe que el que espera una sonrisa.
– Es más feliz el que deja que pasen los que quieren llegar primeros.
– Es más feliz el que no tiene nada suyo que el que piensa que todo le pertenece.
– Es más feliz el que se entrega con todas las consecuencias que el que se reserva por las consecuencias.

(Del libro Educar. Arte, ciencia y paciencia)
http://jgsaez.blogspot.com.es/



domingo, 5 de mayo de 2019

ALMA DE CÁNTARO: A LOS HIJOS LOS EDUCAN –O MALEDUCAN– SUS PADRES, EL COLEGIO, LOS AMIGOS, LA TELEVISIÓN, INTERNET, LA CALLE, ETC. , ETC.


ALMA DE CÁNTARO: A LOS HIJOS LOS EDUCAN –O MALEDUCAN– SUS PADRES, EL COLEGIO, LOS AMIGOS, LA TELEVISIÓN, INTERNET, LA CALLE, ETC. , ETC.

Estoy en el patio del colegio y pasa a mi lado un grupo de chicos ya hombretones. Pienso en la buena constitución física que tienen hoy nuestros chavales gracias, entre otras cosas, a una buena alimentación, a una buena cobertura médica y a la posibilidad de ejercitar un deporte. Sin embargo, si lo que llevan sobre sus hombros –la cabeza– no tiene una buena formación doctrinal y cultural, es decir, si no dominan su cuerpo y sus pasiones, mala cosa. ¿Y qué podemos hacer? Pues lo que esté en nuestras manos, que no es poco. En primer lugar no vivir en las nubes. Procurar ir por delante de los acontecimientos que aparecen con el crecImiento, dándoles los criterios oportunos para la toma de decisiones. En segundo lugar participar activamente en aquellos ambientes e instituciones que influyen en la educación: colegio, medios de comunicación, estamentos políticos, etc. Todos estamos influenciados por el ambiente que nos rodea. Pero en función de nuestra formación y de nuestros criterios, el ambiente externo nos afectará en mayor o menor medida. Nuestros hijos son como una esponja que absorbe todo lo que les llega. Hoy día hay muchos ambientes negativos donde pueden beber con facilidad, y las madres y padres tenemos que estar muy pendientes para contrarrestar ese influjo. Es más, en muchas ocasiones somos los mismos progenitores los que de una forma ingenua ponemos al alcance de nuestros hijos esos ambientes, llámense lugares de veraneo, conexión a internet y televisión en su cuarto, programas de televisión, revistas y un largo etc. Recuerdo la anécdota de una madre que me aseguraba que su hijo se acostaba todas las noches temprano, porque cuando miraba por debajo de la puerta, la luz de su habitación estaba apagada. No sabía la buena señora que su hijo efectivamente apagaba la luz, y se metía en la cama arropándose hasta la cabeza junto al pequeño
televisor que tenía en su cuarto, y de esta forma estaba todo el tiempo que quería, viendo lo que le apetecía. Eso sí, para su querida madre estaba en los brazos de Morfeo.

(Del libro Educar. Arte, ciencia y paciencia)

domingo, 17 de marzo de 2019


LLEGA UN MOMENTO EN QUE LO ÚNICO QUE PODEMOS HACER POR NUESTROS HIJOS ES REZAR.

Cuando la libertad de nuestros hijos se hace adulta y toman las riendas de su vida, nuestra autoridad queda relegada a aconsejar. Los padres, ante esa falta de control material, caemos en una desazón que nos quita la paz; entonces los miedos, que son libres, invaden nuestra mente y todo nuestro ser.

Ante esta situación, –que llegará– lo único que podemos hacer es rezar.

Algún día nos enteraremos de cómo esa oración confiada libró a nuestros hijos de algún que otro tropiezo. Y si la Providencia permite situaciones no deseadas, no podemos perder la fe, pues Dios sabe más, y se puede asegurar que Él no quiere nada malo para sus hijos. No cabe duda de que no es fácil de asimilar, pero Dios tiene otra visión de la jugada que nosotros entenderemos algún día. Pues nos puede ocurrir como a nuestros hijos pequeños cuando les tenemos que dar un jarabe: no entienden por qué deben ingerir ese producto amargo, y sin embargo nosotros sí lo sabemos.

Es una alegría para los hijos saber que sus padres les protegen con su entrega cuando son pequeños, con su consejo cuando son mayores y con su oración durante toda la vida.

Se me viene a la mente santa Mónica, madre de San Agustín, que consiguió con su ejemplo, su oración y sus lágrimas encauzar la vida de su hijo.

(Del libro Educar. Arte, ciencia y paciencia)


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sábado, 9 de febrero de 2019

MADURAR PARA SER FELIZ


MADURAR PARA SER FELIZ. CUANTO ANTES SE PIERDAN LOS MIEDOS Y TEMORES, MEJOR. CUANTO ANTES TENGAN CONFIANZA EN SÍ MISMOS, MEJOR. CUANTO ANTES DOMINEN LAS SITUACIONES, MEJOR. 
No sé si alguna vez habéis plantado un árbol. El proceso es sencillo: una vareta con un buen cepellón, un hoyo en una tierra apropiada, agua para que el terreno tenga humedad, y un rodrigón clavado en el suelo al que va atado ese proyecto de árbol para evitar que las inclemencias meteorológicas o a veces la mala condición del hombre lo tire por tierra. A los pocos años, ese árbol habrá crecido y producirá frutos en su sazón. Es todo un proceso en el que intervienen factores internos –calidad del árbol, enraizamiento adecuado, etc. – y factores externos –climatología, la mano del hombre, etc. 
Hay veces que por diferentes razones el hombre acelera la maduración de modo artificial. Todos tenemos experiencia: –Esta fruta es de cámara. También el hombre tiene un proceso madurativo que enraíza, no en la tierra, como el árbol, sino en la familia. De ella recibirá la savia que le hará crecer hasta alcanzar la madurez –crecer en edad, juicio y prudencia– dando así sentido al trabajo que supone la educación de nuestros hijos.  Los expertos afirman que en la actualidad se da un retraso en la maduración de los hijos. El profesor Enrique Rojas ha elaborado el decálogo de los rasgos propios de una personalidad inmadura, que puede ayudarnos a central el tema: 
1. Desfase entre la edad cronológica y la edad  mental. 
2. Desconocimiento de uno mismo. 
3. Inestabilidad emocional. 
4. Poca o nula responsabilidad. 
5. Mala o nula percepción de la realidad. 
6. Ausencia de un proyecto de vida. 
7. Falta de madurez afectiva. 
8. Falta de madurez intelectual. 
9. Poca educación de la voluntad 
10. Criterios morales y éticos inestables. 
Es evidente que la madurez del individuo es un proceso que puede durar toda la vida: puedo asegurar que alguno que otro punto del decálogo nos harían sonrojar a más de un padre.  ¿Pero que podríamos hacer para que ese proceso de maduración no se eternice en nuestra prole?  Se me ocurren varias ideas, con todos mis respetos para los expertos: 
1. No alargar ese proceso natural con la superprotección. 
2. No meterles miedo en el cuerpo. Cuando un niño pequeño se cae, lo primero que hace es mirar la cara de su madre o de su padre. 
3. Lo que puedan hacer solitos, que lo hagan. No quitarles ningún golpe. 
4. Hacerles ver que todos nos equivocamos y que el error puede ser un buen fundamento para el aprendizaje. 
5. Que sepan que los miedos están en la cabeza. 
6. Mientras estén en casa, los que mandan son papá y mamá, que son los responsables ante Dios y la sociedad. 
7. El estudio es su trabajo y, como dice san Pablo, el que no trabaje que no coma. 
8. Que conozcan la problemática de sacar una familia adelante, haciéndoles partícipes dentro de sus posibilidades. 
9. Las ganas hay que dejarlas en la puerta, pues lo que hay que hacer se hace, no por ganas, sino por sentido de la responsabilidad. 10. El frigorífico no se llena sólo. 
11. El cajero del banco es una hucha que hay que llenar para poder sacar. 
12. Los buffets están en los hoteles, y en casa hay un plato que gustará un día más y otro menos.  
Etc. etc.  Ah, y todo esto… ponerlo en práctica lo antes posible. Tienen que comprender que la vida es como el pan: tiene miga y, cómo no, su corteza. 
A continuación recojo un informe publicado por la Dirección General de la Policía de Seattle, sobre el modo de hacer de los hijos unos delincuentes: 1. Dadle desde pequeño cuanto desee: así crecerá convencido de que el mundo entero se lo debe todo. 
2. Reíd si dice tonterías: así creerá que es muy gracioso. 
3. No le deis ninguna formación religiosa: ya la escogerá él cuando sea mayor. Seguramente se quedará sin ninguna.
4. Nunca le digáis «esto está mal»: podría adquirir complejos de culpabilidad; y más tarde, cuando, por ejemplo, sea detenido por robar un coche, estará convencido de que es la sociedad la que le persigue sin motivo. 
5. Recoged todo lo que él tire por los suelos; así creerá que todos han de estar a su servicio. 
6. Dejad que lo lea todo. Limpiad, eso sí, con detergente y desinfectad la vajilla en que come; pero dejad que su espíritu se recree en cualquier torpeza. 
7. Discutid los padres delante de él: así se irá acostumbrando, y cuando la familia esté ya destrozada no se dará ni cuenta. 
8. Dadle todo el dinero que quiera: no sea que sospeche que para tener dinero se debe trabajar. 
9. Que todos sus deseos estén satisfechos: comer, beber, divertirse...; de otro modo resultaría un frustrado. 
10. Dadle siempre la razón: son los profesores, la gente, la ley, la sociedad..., quienes la tienen tomada con el pobre muchacho: no le reprendáis, no sea que se disguste.  
Y cuando tu hijo sea ya un desastre, proclamad que nunca pudisteis hacer nada con él. 

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jueves, 10 de enero de 2019

¿DE VERDAD QUIERES A TUS HIJOS? ¿DE VERDAD QUIERES LO MEJOR PARA ELLOS? ¿DE VERDAD SON LO MÁS IMPORTANTE DE TU EXISTENCIA? ¿DE VERDAD ESTARÍAS DISPUESTO A ENTREGAR TU VIDA POR ELLOS?... ¿Y NO ESTÁS DISPUESTO A MEJORAR TÚ MISMO...?: ¡JA, JA, JA…!


¿DE VERDAD QUIERES A TUS HIJOS? ¿DE VERDAD QUIERES LO MEJOR PARA ELLOS? ¿DE VERDAD SON LO MÁS IMPORTANTE DE TU EXISTENCIA? ¿DE VERDAD ESTARÍAS DISPUESTO A ENTREGAR TU VIDA POR ELLOS?... ¿Y NO ESTÁS DISPUESTO A MEJORAR TÚ MISMO...?: ¡JA, JA, JA…!



Como se dijo en la introducción, eso de ser padres no es nada fácil. Requiere una preparación que no se improvisa. ¿Cómo podremos resolver un problema si no sabemos cómo abordarlo? ¿Cómo podremos orientar a nuestros hijos si no sabemos dónde está el norte?
Al igual que una titulación universitaria no garantiza el éxito profesional, el hecho de ser padres no asegura que sepamos actuar como tales. Cualquier buen profesional que se precie tiene la obligación de profundizar en sus conocimientos técnicos para estar al día. No puede conformarse con lo que aprendió durante su etapa de formación académica. Y… ¿hay alguna profesión más importante que la de ser padres?
Bueno, pues manos a la obra. En primer lugar hay que comenzar por ejercitar una serie de virtudes que son fundamentales en cualquier situación, pero imprescindibles en la tarea que tenemos entre manos.
Uno puede tener muchos conocimientos teóricos, pero al torero se le ve en la plaza. ¿De qué me sirve saber lo que tengo que hacer cuando un niño se pone impertinente, si a mí me falta la virtud de la paciencia? ¿De qué me sirve conocer las características de un adolescente, si me falta la virtud de la serenidad? ¿De qué me sirve saber que tengo que levantarme a las tres de la mañana para atender al pequeño que está llorando, porque mi mujer está agotada, y no lo hago porque me falta la virtud de la fortaleza? ¿De qué me sirve exigir a mis hijos que estudien a diario si yo no doy un golpe al agua en las tareas del hogar, porque me falta la virtud de la laboriosidad? Y así podría seguir enumerando una serie de virtudes que las madres y los padres tenemos que ejercitar para educar con el ejemplo, pues si el prior juega a los naipes, ¿qué harán los frailes?
La educación es una tarea compleja, y necesitamos herramientas adecuadas para afrontarla con acierto; y no cabe duda de que las virtudes humanas son como los conceptos en el ámbito educativo: una vez adquiridos ningún problema se resiste.




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