Educar. Arte, ciencia y paciencia.

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sábado, 9 de febrero de 2019

MADURAR PARA SER FELIZ


MADURAR PARA SER FELIZ. CUANTO ANTES SE PIERDAN LOS MIEDOS Y TEMORES, MEJOR. CUANTO ANTES TENGAN CONFIANZA EN SÍ MISMOS, MEJOR. CUANTO ANTES DOMINEN LAS SITUACIONES, MEJOR. 
No sé si alguna vez habéis plantado un árbol. El proceso es sencillo: una vareta con un buen cepellón, un hoyo en una tierra apropiada, agua para que el terreno tenga humedad, y un rodrigón clavado en el suelo al que va atado ese proyecto de árbol para evitar que las inclemencias meteorológicas o a veces la mala condición del hombre lo tire por tierra. A los pocos años, ese árbol habrá crecido y producirá frutos en su sazón. Es todo un proceso en el que intervienen factores internos –calidad del árbol, enraizamiento adecuado, etc. – y factores externos –climatología, la mano del hombre, etc. 
Hay veces que por diferentes razones el hombre acelera la maduración de modo artificial. Todos tenemos experiencia: –Esta fruta es de cámara. También el hombre tiene un proceso madurativo que enraíza, no en la tierra, como el árbol, sino en la familia. De ella recibirá la savia que le hará crecer hasta alcanzar la madurez –crecer en edad, juicio y prudencia– dando así sentido al trabajo que supone la educación de nuestros hijos.  Los expertos afirman que en la actualidad se da un retraso en la maduración de los hijos. El profesor Enrique Rojas ha elaborado el decálogo de los rasgos propios de una personalidad inmadura, que puede ayudarnos a central el tema: 
1. Desfase entre la edad cronológica y la edad  mental. 
2. Desconocimiento de uno mismo. 
3. Inestabilidad emocional. 
4. Poca o nula responsabilidad. 
5. Mala o nula percepción de la realidad. 
6. Ausencia de un proyecto de vida. 
7. Falta de madurez afectiva. 
8. Falta de madurez intelectual. 
9. Poca educación de la voluntad 
10. Criterios morales y éticos inestables. 
Es evidente que la madurez del individuo es un proceso que puede durar toda la vida: puedo asegurar que alguno que otro punto del decálogo nos harían sonrojar a más de un padre.  ¿Pero que podríamos hacer para que ese proceso de maduración no se eternice en nuestra prole?  Se me ocurren varias ideas, con todos mis respetos para los expertos: 
1. No alargar ese proceso natural con la superprotección. 
2. No meterles miedo en el cuerpo. Cuando un niño pequeño se cae, lo primero que hace es mirar la cara de su madre o de su padre. 
3. Lo que puedan hacer solitos, que lo hagan. No quitarles ningún golpe. 
4. Hacerles ver que todos nos equivocamos y que el error puede ser un buen fundamento para el aprendizaje. 
5. Que sepan que los miedos están en la cabeza. 
6. Mientras estén en casa, los que mandan son papá y mamá, que son los responsables ante Dios y la sociedad. 
7. El estudio es su trabajo y, como dice san Pablo, el que no trabaje que no coma. 
8. Que conozcan la problemática de sacar una familia adelante, haciéndoles partícipes dentro de sus posibilidades. 
9. Las ganas hay que dejarlas en la puerta, pues lo que hay que hacer se hace, no por ganas, sino por sentido de la responsabilidad. 10. El frigorífico no se llena sólo. 
11. El cajero del banco es una hucha que hay que llenar para poder sacar. 
12. Los buffets están en los hoteles, y en casa hay un plato que gustará un día más y otro menos.  
Etc. etc.  Ah, y todo esto… ponerlo en práctica lo antes posible. Tienen que comprender que la vida es como el pan: tiene miga y, cómo no, su corteza. 
A continuación recojo un informe publicado por la Dirección General de la Policía de Seattle, sobre el modo de hacer de los hijos unos delincuentes: 1. Dadle desde pequeño cuanto desee: así crecerá convencido de que el mundo entero se lo debe todo. 
2. Reíd si dice tonterías: así creerá que es muy gracioso. 
3. No le deis ninguna formación religiosa: ya la escogerá él cuando sea mayor. Seguramente se quedará sin ninguna.
4. Nunca le digáis «esto está mal»: podría adquirir complejos de culpabilidad; y más tarde, cuando, por ejemplo, sea detenido por robar un coche, estará convencido de que es la sociedad la que le persigue sin motivo. 
5. Recoged todo lo que él tire por los suelos; así creerá que todos han de estar a su servicio. 
6. Dejad que lo lea todo. Limpiad, eso sí, con detergente y desinfectad la vajilla en que come; pero dejad que su espíritu se recree en cualquier torpeza. 
7. Discutid los padres delante de él: así se irá acostumbrando, y cuando la familia esté ya destrozada no se dará ni cuenta. 
8. Dadle todo el dinero que quiera: no sea que sospeche que para tener dinero se debe trabajar. 
9. Que todos sus deseos estén satisfechos: comer, beber, divertirse...; de otro modo resultaría un frustrado. 
10. Dadle siempre la razón: son los profesores, la gente, la ley, la sociedad..., quienes la tienen tomada con el pobre muchacho: no le reprendáis, no sea que se disguste.  
Y cuando tu hijo sea ya un desastre, proclamad que nunca pudisteis hacer nada con él. 

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