EDUCAR LA VOLUNTAD. LAS GANAS AYUDAN A HACER LAS COSAS Y LA VOLUNTAD A REALIZARLAS: CON GANAS O SIN GANAS.
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Cuántas veces hemos oído o repetido esta expresión: este crío tiene muy poca voluntad. Sin embargo si nos preguntaran en qué consiste eso de no tener voluntad, seguramente las respuestas serian variopintas: –Es un flojo; no tiene sangre; no le ilusiona nada; no tiene amor propio…
Como otras veces, recurriremos al Diccionario de la Real Academia para ver uno de los muchos significados del vocablo "voluntad": «Facultad de decidir y ordenar la propia conducta».
He querido profundizar un poco sobre el sentido de este sustantivo, tratando de encontrar las teclas que tendríamos que tocar los padres para que aflore en nuestros hijos esta facultad.
En el planteamiento clásico, la voluntad, junto con la inteligencia, es una potencia del alma y, según los expertos la mueve la razón. Cuando el ser humano capta por la inteligencia la noción del bien y la presenta a la voluntad, el hombre tiende a ese bien. De ahí la sentencia: «Nada es querido si no es conocido»; o dicho de otra forma: «No se ama lo que no se conoce».
Con estas premisas, tenderemos a que nuestros hijos utilicen esa voluntad racionalmente, es decir, que ordenen su propia conducta y su estabilidad emocional. Porque la barca sin remos es como la inteligencia sin voluntad. Olas... y de aquí para allá.
Por tanto nos deberíamos preguntar: ¿Cómo educamos la voluntad de nuestros hijos? Creo que orientado sus actos al bien.
En muchas ocasiones la voluntad se pone en marcha por razones atrayentes pero falsas, que despiertan los más bajos instintos y hacen que los chavales actúen irreflexivamente.
¿Y qué herramientas utilizaremos, pues, como afirma Santo Tomás, «el simple querer no depende de la voluntad, sino en tanto que su verdad es descubierta, lo cual, a su vez, depende de la persona»? Las herramientas son las virtudes morales. Se llaman virtudes a los hábitos que tienen que ver con la voluntad, y a los que se oponen los vicios, que serían algo así como hábitos negativos.
A lo largo de estas páginas se ha hecho referencia a esta cuestión de las virtudes: fortaleza, paciencia, laboriosidad, etc., y a que su adquisición exige una serie de actos que derivan en un hábito. Me explico. Si uno quiere vivir la virtud de la sinceridad, tendrá que realizar actos concretos de sinceridad; por ejemplo, no utilizar la mentira para derivar responsabilidades o eludir errores. Esta repetición de actos sinceros, nos llevará a habituarnos –hábito– a decir siempre la verdad: «Que tu sí sea sí y que tu no sea no».
Que no nos ocurra como al crío de la siguiente anécdota:
Suena el teléfono en la escuela:
−¿Hola?
−¿Si? ¡Buenos días!
−Mi niño hoy no pudo ir a la escuela porque está enfermo.
−¿Ah sí? ¿Y con quién hablo?
−Con mi papá…
David Isaac, en su libro La educación de las virtudes humanas, hace una posible distribución de las virtudes según las edades:
–Hasta los siete años: Justicia; Obediencia; Sinceridad; y Orden.
–De ocho a doce años: Fortaleza, Caridad, Perseverancia; Laboriosidad; Paciencia; Responsabilidad; Justicia y Generosidad.
–De trece a quince años: Templanza; Fe; Pudor; Sobriedad; Sociabilidad, Amistad; Respeto; Sencillez y Patriotismo.
–De dieciséis a dieciocho años: Prudencia; Esperanza; Flexibilidad; Comprensión; Lealtad; Audacia; Humildad y Optimismo.
Todas las virtudes anteriores se integran en las que llamamos "virtudes cardinales": Prudencia, Justicia, Fortaleza y Templanza, que constituyen las bases de una vida virtuosa.
Todo un reto, al que los padres tenemos que hacer frente. Seguramente algunas de estas virtudes nos suenan; es más, muchas de ellas las vivimos de una forma natural, aunque en mucha ocasiones de manera superficial e interesada. Bueno, pues si queremos que nuestros hijos sean "señores", tendremos que empezar a profundizar en ellas para poder vivirlas y transmitirlas.
Las virtudes son como el esqueleto en el que se apoya nuestro ser, de ahí su importancia: podríamos capacitar a nuestros hijos para el uso del martillo, pero lo realmente importante es la laboriosidad, la fortaleza y las demás virtudes que harán que cada golpe tenga su sentido. Y la adquisición de las virtudes es una labor para toda la vida, en tanto que nunca se dominan por completo: siempre se puede ser más sincero, más leal, o más generoso…
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