DILE A TUS HIJOS QUE SÓLO EL AMOR –EL QUE SE DA Y EL QUE SE RECIBE– LE DA SENTIDO A LA VIDA.
Le oí a una persona tetrapléjica la siguiente expresión: –Mi vida tendrá sentido siempre que pueda dar amor o siempre que pueda recibirlo. Imaginaos por un momento una hermosa flor que tuviera la posibilidad, por egoísmo, de mantener cerrados sus pétalos a los rayos del sol. Impide que los hombres sean partícipes de su hermosura y que las abejas se alimenten de su néctar y polinicen los prados. Su existencia no tendría sentido pues se ha encerrado en sí misma. A nuestros chavales no les falta hoy de nada pero les sobran muchas cosas. Por poner un ejemplo, solo hay que ver la cantidad de juguetes que se acumulan en las habitaciones y trasteros de muchas casas. Muchos de ellos son la consecuencia del un amor mal entendido de los padres, abuelos y familiares, que disfrutan con la compra
de unos juguetes que en muchas ocasiones los niños no han pedido. El amor en las edades tempranas hay que concretarlo en la generosidad: enseñarles a compartir y a pensar en los demás. En primer lugar en los más cercanos –hermanos, familiares, amigos– y después en los más lejanos. Debemos hacerles ver que hay personas que carecen de lo más imprescindible para llevar una vida digna. Quien no ama está sin motivación para aceptar las normas y obligaciones que existen en la familia y en la sociedad. Solo el amor y no el temor o el interés dignifica la actuación del ser humano. Nuestros hijos nos pueden desobedecer, pero si realmente nos quieren, esa actitud les hará sentirse mal y por eso rectificarán y mejorarán. Como en todo, los padres siempre tienen que ir por delante y entender que la generosidad y el desprendimiento son causa de felicidad. Recuerdo la anécdota de don Andrés, sacerdote de un conocido centro educativo, que exhortaba a unos alumnos de primaria en tiempo de cuaresma:
−¿Quién está dispuesto a sacrificase y ceder el mejor sitio a su padre para ver la televisión?
Como un resorte todos los alumnos levantaron la mano, salvo uno, que con tristeza observaba a sus compañeros.
−Y tú, ¿no estás dispuesto?
−No, don Andrés, es que mi padre siempre se sienta en el mejor sitio…
Otra de los factores que influyen en que nuestros hijos sean egoístas es el número de hermanos. La expresión "hay que compartir" no tiene mucho sentido si el hijo o la hija son único. De ahí que en las familias numerosas sea más fácil educar en el compartir. A continuación propongo algunas ideas que nos podrían ser de utilidad:
– Es más feliz el que da que el que recibe.
– Es más feliz el que perdona antes de que le pidan perdón.
– Es más feliz el que se acerca que el que espera a que el otro venga.
– Es más feliz el que olvida que el que guarda rencor.
– Es más feliz el que sonríe que el que espera una sonrisa.
– Es más feliz el que deja que pasen los que quieren llegar primeros.
– Es más feliz el que no tiene nada suyo que el que piensa que todo le pertenece.
– Es más feliz el que se entrega con todas las consecuencias que el que se reserva por las consecuencias.
(Del libro Educar. Arte, ciencia y paciencia)
http://jgsaez.blogspot.com.es/
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