Educar. Arte, ciencia y paciencia.

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viernes, 26 de mayo de 2017

EL DEMONIO NO DUERME LA SIESTA



El demonio no duerme la siesta, pero anima a que la durmamos, pues mientras más tiempo estemos en babia mejor.

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         En unas de sus rimas, Bécquer centra la cuestión:

 Al brillar un relámpago nacemos
y aún dura su fulgor cuando morimos;
tan corto es el vivir.
La Gloria y el Amor tras que corremos
sombras de un sueño son que perseguimos;
despertar es morir.

   Cuántos entretenimientos vacíos, cuántas pérdi­das de tiempo, cuánta vida virtual, cuántos des­pués, cuántos más tarde, cuántos mañana, cuán­tos el año que viene, y cuántas cosas que hacer, y cuán breve es esta vida.

         Nuestra vida es como un reloj: la esfera, que es por donde transcurre el tiempo y donde se acumulan las ilusiones, las inquietudes y todo aquello que deberíamos hacer en nuestra corta existencia, y las tres agujas. La más corta, que nos recuerda con las campanadas monótonas de ese reloj de pared, que el tiempo es imparable. La más larga, que marca los minutos, y que es un continuo tintineo que nos martillea sesenta veces nuestra conciencia a lo largo de cada hora. Y por último, la manecilla del segundero, que más que marcar el tiempo, lo empuja, impidiendo que la vida se detenga, borbotones de vida que no debemos dejar escapar.

         Uno se puede subir a la manecilla pequeña y conformarse con ver pasar los días; otros con más inquietudes, se subirán a la más larga para aprovechar los sesenta minutos de todas y cada una de las horas que nos tocarán vivir, y otros con espíritu de servicio sabrán utilizar su existencia exprimiéndola como un limón al ritmo del segundero y del latir de su alma.
         Si sois aficionados al baloncesto, sabréis que un partido tiene cuatro tiempos de diez o doce minutos. Sin embargo, el partido puede durar, y de hecho dura, mucho más de cuarenta y ocho minutos. El motivo: que esos cuatro periodos son de tiempo real. Es decir, del tiempo en que el balón está en movimiento: se detiene el cronómetro cuando hay alguna incidencia: falta personal, tiros libres, balón fuera del campo, etc.

         Si se aplicara este reglamento a nuestra existencia, nos quedaríamos sorprendidos al conocer la cantidad de tiempo en que ha estado parado el cronómetro de nuestra vida.

         No podemos engañarnos: tenemos que aprovechar el tiempo; pues el después de la juventud lleva al ya es tarde de la vejez.

         Dios tiene unos planes para ti y para mí, y lo que tú y yo no hagamos, no lo hará nadie. ¿Qué tenemos que hacer? Descubrir esos planes personales y ponernos a trabajar. En muchas ocasiones serán planes cotidianos: estar pendiente de los tuyos, ayudar al compañero de trabajo que pasa por dificultades, corregir al que va por mal camino, sonreír, callar ante la ofensa, luchar en detalles concretos para una mejora personal… En definitiva vivir el hoy y el ahora.

¿Quieres de verdad ser santo? –Cumple el pequeño deber de cada momento: haz lo que debes y está en lo que haces[1].



[1] San Josemaría Escrivá, Camino, 815.

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