Las heridas se cierran desde dentro hacia fuera. Ante cualquier problema, o vamos a la raíz o lo estaremos cerrando en falso. No obstante hay veces que no es fácil, y por prudencia hay que poner "paños calientes", pero sin olvidar dónde está realmente el problema.
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Los que han tenido una fístula saben que las heridas se cierran de adentro hacia afuera. El proceso es molesto y doloroso, pues se introducen en el absceso unas gasas que impiden que las paredes de la herida entren en contacto y se cierre en falso.
Todos tenemos experiencia. Cuántos problemas personales hemos dejado sin resolver bien: por cobardía, por miedo, por falta de criterio para afrontar su solución. Las consecuencias son palpables: intranquilidad, inseguridad, mala conciencia… y acabamos perdiendo la paz. Creíamos que el tiempo –que dicen que lo cura todo–, cerraría esa etapa de nuestra vida arrinconando el problema en el trastero de nuestra conciencia.
Se trata, simplemente, de arrancar con valentía y decisión el egoísmo o el miedo que nos impiden llegar a la raíz.
Cuando no se actúa así se puede acabar en los tribunales. Pero la ley carece de sentimientos, y solo tiene dos platillos, fríos e irreconciliables: cuando uno sube, el otro baja. Y lo peor es que esa balanza la pone en movimiento el hombre.
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