El hombre ha sido creado para la felicidad y cuando no la tiene busca el sucedáneo de placeres superficiales y pasajeros.
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Todos tendemos a la felicidad, nadie quiere ser un desgraciado; es más, el que se quita la vida busca –equivocadamente– la felicidad huyendo del problema que le obsesiona.
Ahora que estás leyendo, seguro que te encuentras sentado en una posición cómoda, y que procuras evitar todo lo que te moleste para hacer una lectura atenta y reflexiva.
No cabe duda de que las situaciones idílicas solo se dan en nuestra imaginación. El hecho de saber que todo tiene un final, nos impide frecuentemente disfrutar del presente; todos hemos oído o repetido esta frase: "Qué poco dura lo bueno". Por lo tanto, uno puede llegar a la conclusión de que toda felicidad que se acaba no es verdadera felicidad, de ahí que solo la felicidad eterna –para siempre– llenaría el corazón del hombre.
Se cuenta que un niño pequeño se estaba comiendo un enorme pastel mientras lloraba. Un hombre que contemplaba la escena, le pregunta:
–Niño, ¿por qué lloras?
A lo que le respondió el pequeño:
–Porque se me acaba el pastel.
Pero nos tenemos que conformar con esa felicidad pasajera; de hecho, cuando el hombre no es capaz de asumir esa situación, cae en la desesperanza, el pesimismo y la tristeza. Incluso llega a pensar que una vida –en la que los problemas están a la vuelta de la esquina– no merece ser vivida, y que la felicidad siempre está en la casa de enfrente.
Otra anécdota:
Un hombre de negocios observaba desde la ventanilla del avión a un agricultor que estaba inmerso en sus labores.
–Qué suerte tienen algunas personas: míralo, qué paz y tranquilidad se tiene que respirar ahí abajo, en medio del campo, sin agobios, sin que nadie te presione con el cumplimiento de objetivos, y sin tener que estar toda la semana de un sitio para otro. Qué envidia.
Al ruido de los motores del avión, el agricultor levantó la vista, y limpiándose el sudor de su frente dijo:
–Míralos cómo disfrutan. Quién fuera un hombre de empresa, todos los días de un sitio para otro, sin pasar calor; y seguro que todo va por cuenta de la empresa. Así cualquiera. Qué envidia.
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