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domingo, 9 de marzo de 2014

UNA VISIÓN CRISTIANA DE LA VIDA ES UN SEGURO PARA EL MATRIMONIO



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NA VISIÓN CRISTIANA DE LA VIDA ES UN SEGURO PARA EL MATRIMONIO.

AMARÁS A DIOS SOBRE TODAS LAS COSAS,
Y A “TU MUJER O A TU MARIDO”
COMO A TI MISMO.

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HAY SITUACIONES DIFÍCILES en la vida matrimonial en las que entran ganas de tirar la toalla; sólo la Fe, la Esperanza y la Caridad pueden dar sentido  a dichas circunstancias, que en el fondo, purifican el amor de los esposos, pues les hacen fuertes en las contradicciones.

            Si me permitís el atrevimiento, a mí me sirve este enfoque —muy personal— de las virtudes teologales: Fe es ver la mano de Dios en todas las cosas; Esperanza es aguantar el “tirón” y Caridad es  poner “buena cara” por dentro y por fuera. Quizás esta última sea la que más cueste, sobre todo poner buena cara por dentro, dado que para poner esa cara hay que saber perdonar de corazón.

            Ante las contrariedades y los problemas, nos tendríamos que preguntar: ¿En qué quiere Dios que mejore? Dios no cose sin hilo. Se vale de estas causas segundas —los aparentes problemas— para que seamos más humildes, más sencillos, más generosos; en definitiva, más santos. Si no nos hacemos esta pregunta, estaremos dando la espalda a Dios, y nos quedaremos en un vacío existencial que dará lugar a la desesperación.

            No me resisto a transcribir un pasaje de  la carta de San Pablo a los corintios, donde hace una glosa sobre la Caridad —el amor—: «La caridad es longánime, es benigna; no es envidiosa, no es jactanciosa, no se hincha, no es descortés, no busca lo suyo, no se irrita, no piensa mal; no se alegra de la injusticia, se complace con la verdad; todo lo excusa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo tolera». ¿Verdad que estas disposiciones son un seguro de vida para nuestro matrimonio?
                        No quiero dejar pasar por alto que en muchas ocasiones y por razones varias, estamos un poco abandonados en lo que se refiere a nuestra vida como cristianos. La falta de formación, los malos ejemplos y, la mayor parte de las veces, nuestra dejadez, han dado lugar a que seamos unos cristianos de “tercera división”. Tenemos las cuatro ideas que aprendimos en el seno de nuestra familia y las que recibimos en el colegio, despreocupándonos de profundizar en una fe adulta para afrontar los problemas de adulto.

            Me viene a la memoria la siguiente historia: Sevilla; madrugá del Viernes Santos, barrio de la Macarena. En la barra de un bar, se apoya un señor con algunas copas de más. Al local entra un romano —“armao” de la Macarena—. El de la barra, al observar su presencia, se lanza hacia él golpeándole y lanzándole todo tipo de improperios. La clientela, atónita ante el espectáculo, los separan y le increpan:
            —¿Pero qué le ha hecho este hombre? ¿No le da a usted vergüenza?
            A lo que el borracho responde:
            —¿Pero es que no se han enterado ustedes de lo que han hecho estas gentes? ¡Éstos, éstos fueron los que mataron a Jesucristo!
            —Pero hombre de Dios, si eso fue hace veinte siglos.
            —Bueno y qué —responde el borracho—, pues yo me he enterado esta mañana.

            Esto que no pasa de ser una anécdota, nos puede ocurrir con asuntos básicos para nuestra vida de cristianos. Por eso la formación —que no termina nunca—, tiene que ser una constante en nuestra vida.



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