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O LLEVAR LA CUENTA DE LOS AGRAVIOS.
SON COMO UN SACO QUE SE ECHA UNO A LAS ESPALDAS: PESA Y
QUITA LA PAZ.
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DICE UNO DE LOS SALMOS: "Si Dios llevara la cuenta de nuestros pecados, ¿quién podrá resistir?".
¿Te has parado a pensar en la de veces que hacemos las cosas fatal? ¿Te has parado a pensar en la de veces que hemos dicho cosas —que no sentíamos— por fastidiar al otro? ¿Te has parado a pensar en la de veces que hemos hecho un mundo de pequeñas cuestiones con tal de no ceder? ¿Te has parado a pensar en la de veces que hemos utilizado una verdad a medias para llevar la razón?
Si nuestras relaciones son de continua beligerancia, entiendo que tengamos que cargar con los agravios para echárselo en cara al contrincante en caso de conflicto. No obstante, estaréis conmigo en que si actuamos con esos criterios acabaremos rendidos, pues nos pareceremos más a un soldado de infantería pertrechado con todo su armamento que a personas que saben pasar por alto los pequeños alfilerazos de la jornada.
Si uno es capaz de reconocer sus miserias no dejará de entender las de su cónyuge. Sólo la persona que lucha por mejorar es capaz de comprender y disculpar los defectos del otro.
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