Educar. Arte, ciencia y paciencia.

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lunes, 8 de enero de 2018

LE DECÍA UN ENFERMO TERMINAL AL MÉDICO QUE LE ATENDÍA


Le decía un enfermo terminal al médico que le atendía: "doctor, ¿cuánto tiempo hace que no se confiesa?". ante la inesperada pregunta, el doctor, moviendo la cabeza le dijo que hacía ya tiempo. "pues siento decirle –respondió el paciente– que su situación es más grave que la mía".

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Cuando nuestro organismo detecta algún elemento extraño que produce un desequilibrio orgánico, se ponen en marcha una serie de mecanismos que tratan de contrarrestar dicha agresión. Nos ponen en guardia, y si no remiten acudimos al médico para que indique el tratamiento que mejor ayude al organismo a vencer la enfermedad.
         Del mismo modo que las enfermedades corporales tienen unas causas, la tristeza, la agresividad, la irritabilidad, la angustia, tienen las suyas. Habrá que buscarlas y procurar encontrar los remedios.
         En muchas ocasiones tenemos mala conciencia, pues sabemos que hemos actuado mal. Reconocer la culpa y pedir perdón de corazón al ofendido es el único camino posible para alcanzar la paz y la alegría que otorga perdonar y sentirnos perdonados.
         Me viene a la memoria la siguiente anécdota:
Una señora mayor, bastante sorda, entró en el confesionario de una iglesia. Al rato, ante la falta de respuesta del sacerdote a lo que ella decía, se da cuenta de que en el confesionario no hay nadie. Entonces la buena señora sale riéndose de su despiste. Volvió al día siguiente a la iglesia y se le acercó una chica joven que le dijo: –Señora, quiero darle las gracias, pues llevaba mucho tiempo sin confesarme y el otro día la vi tan contenta cuando salía del confesionario que decidí seguir sus pasos. Hoy me he confesado, y estoy muy feliz, gracias por su ejemplo.
         Hoy día las consultas de los psicólogos están a rebosar: ante cualquier problema de comportamiento o de relaciones sociales la respuesta es de todos conocida: tendría que verlo un psicólogo.
Ni que decir tiene que no tengo nada contra esta ciencia; es más, gracias a ella se resuelven situaciones que el ser humano en su complejidad acaba magnificando. Pero, y lo dicen muchos psicólogos, bastantes de esos problemas se resolverían con una buena confesión. ¡Ah!, y es mucho más barata.
Cuando una persona se pone enferma, ocurre en ocasiones que no se logra encontrar la medicina. En lo sobrenatural, no sucede así. La medicina está siempre cerca: es Cristo Jesús, presente en la Sagrada Eucaristía, que nos da además su gracia en los otros Sacramentos que instituyó[1].

         Para terminar esta reflexión transcribo el estribillo de unas conocidas sevillanas:

Arrepentío,
vengo a pedirte perdón.
Arrepentío,
porque vale más tu amor
que el orgullo mío.


[1] San Josemaría Escrivá, Es Cristo que pasa, 160.


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