Educar. Arte, ciencia y paciencia.

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domingo, 26 de marzo de 2017

NADIE DA LO QUE NO TIENE



La primera herramienta, y la más asequible para afrontar con éxito nuestra labor de educador, es el sentido común, que según el Diccionario de la Real Academia de la Lengua es el «modo de pensar y proceder tal como lo haría la generalidad de las personas».
Pero a veces solo el sentido común no basta para solventar un problema. Si un hijo se nos pone con fiebre y vómitos, el sentido común nos aconseja que le llevemos al médico, dado que la medicina no es nuestro fuerte. Si observamos, en este caso concreto hemos recurrido a un experto que diagnosticará y tratará las molestias que aquejan a nuestro pequeño.  Es evidente que no estoy animando para que nos matriculemos en la Facultad de Medicina, pero sí podría ser muy útil tener ciertos conocimientos sobre primeros auxilios.
En el terreno de la educación también hay expertos que nos podrían echar una mano en situaciones límite: pedagogos, psicólogos, personas de criterio, etc. Pero no cabe duda de que tendríamos, como en el caso de los primeros auxilios, que disponer de unas herramientas que nos ayuden a afrontar con acierto el día a día, pues nadie da lo que no tiene. Esos conocimientos y esa formación se adquieren, evidentemente, con una dedicación de tiempo, que tendremos que sacar en muchas ocasiones de no se sabe dónde pero que es fundamental para ejercer con una cierta garantía nuestro papel de educadores. Sí, sí, ya lo sé: tenemos poco tiempo, estamos muy ocupados, los niños son todavía muy pequeños... Estoy de acuerdo, pero más vale prevenir que curar.  Por lo tanto, cuando uno no se procura esa formación ocurre que al comienzo uno vive de la reserva y después del cuento.
Ah, y si nos sirve: el tiempo sale del amor.


LA NATURALEZA DEL HOMBRE




Si no conocemos la naturaleza del hombre, difícilmente alcanzaremos la felicidad

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         Todo lo creado tiene las limitaciones propia de su naturaleza, que según el Diccionario de la Real Academia de la Lengua es la esencia y propiedad características de cada ser.

         Si manejamos un objeto cerámico, tendremos que tener en cuenta su fragilidad; de lo contrario, casi sin darnos cuenta le podemos dar un golpe y romperlo.

Hay leyes físicas que afectan a la materia: si yo tomo en mis manos una piedra y la suelto, es inevitable que por la fuerza de la gravedad acabe en el suelo. Hay leyes biológicas que afectan a los seres vivos: las plantas, por ejemplo, que abren sus pétalos a la luz del sol. Y hay leyes morales que solo afectan al hombre: si yo le robo la cartera a un semejante, estoy cometiendo una inmoralidad y le perjudico.

         Ni la materia ni los seres vivos tienen capacidad para incumplir las leyes propias de su naturaleza. Solo el hombre, que es libre, puede actuar en contra de la ley moral. Pero las consecuencias de esta decisión afectan no solamente al que comete la inmoralidad, sino a sus semejantes. El hecho de ser un mal padre de familia o un mal hijo repercute en quienes le rodean.

         Ni que decir tiene que estas leyes morales no atentan contra nuestra libertad ni contra nuestra razón: todo lo contrario, las potencian.

         En El Principito se relata la visita que hace al asteroide 325, habitado por un rey. Transcribo una de las conversaciones.
El principito estaba sorprendido. Aquel planeta era tan pequeño que no se explicaba sobre quién podría reinar aquel rey.
–Señor –le dijo–, perdóneme si le pregunto...
–Te ordeno que me preguntes –se apresuró a decir el rey.
–Señor. . . ¿sobre qué ejerce su poder?
–Sobre todo –contestó el rey con gran ingenuidad.
–¿Sobre todo?
El rey, con un gesto sencillo, señaló su planeta, los otros planetas y las estrellas.
–¿Sobre todo eso? –volvió a preguntar el principito.
–Sobre todo eso. . . –respondió el rey.
No era solo un monarca absoluto, era, además, un monarca universal.
–¿Y las estrellas le obedecen?
–¡Naturalmente! –le dijo el rey–. Y obedecen en seguida, pues yo no tolero la indisciplina.
Un poder semejante dejó maravillado al principito. Si él disfrutara de un poder de tal naturaleza, hubiese podido asistir en el mismo día, no a cuarenta y tres, sino a setenta y dos, a cien, o incluso a doscientas puestas de sol, sin tener necesidad de arrastrar su silla. Y como se sentía un poco triste al recordar su pequeño planeta abandonado, se atrevió a solicitar una gracia al rey:
–Me gustaría ver una puesta de sol... Déme ese gusto... Ordénele al sol que se ponga...
–Si yo le diera a un general la orden de volar de flor en flor como una mariposa, o de escribir una tragedia, o de transformarse en ave marina y el general no ejecutase la orden recibida ¿de quién sería la culpa, mía o de él?
–La culpa sería de usted –le dijo el principito con firmeza.
–Exactamente. Solo hay que pedir a cada uno, lo que cada uno puede dar –continuó el rey. La autoridad se apoya antes que nada en la razón. Si ordenas a tu pueblo que se tire al mar, el pueblo hará la revolución. Yo tengo derecho a exigir obediencia, porque mis órdenes son razonables. 

         Creo que estas últimas líneas explican claramente que las leyes morales impresas por Dios en nuestra alma, nos ayudan a alcanzar la felicidad en nuestro planeta tierra.
         


sábado, 18 de marzo de 2017

RESET


RESET 

Todos queremos poner a cero el marcador de nuestra vida para arreglar las meteduras de pata y recomenzar. ¿Te atreves a pulsar RESET?

 http://www.opusdei.es/es-es/reset-process/#start

Libre de virus. www.avast.com