La voluntad y la formación son los antídotos para no caer en los mil falsos placeres que ofrece nuestra sociedad.
°
La sociedad actual se caracteriza por la facilidad con que podemos acceder a estímulos placenteros, desde tirarte en el sofá y consumir horas y horas en los ciento de canales de televisión que tenemos al alcance de la mano, o de perder las pestañas delante del ordenador navegando por el mundo casi ilimitado de Internet, o con algún que otro videojuego que nos sumerge en un mundo virtual.
Y conste que todos estamos expuestos a esto, pues raro es el hogar que carece de estas nuevas tecnologías.
No obstante, la maldad o la bondad de las cosas materiales están en función de la utilización que el hombre hace de ellas la energía nuclear puede curar o matar: hay que pensar con claridad y tener la voluntad firme para discernir sobre la necesidad o conveniencia de lo que hacemos y decidir adecuadamente en qué vamos a emplear nuestro tiempo, sin dejarnos embaucar por mil razonamientos que justifiquen nuestra comodidad o falta de lucha.
Entre las distintas acepciones que el diccionario de la Real Academia de la Lengua da a la palabra "voluntad", me quedo con la siguiente: "Capacidad de una persona para superar obstáculos o dificultades o para cumplir con sus obligaciones".
Esta capacidad de superación tiene una fuerza casi imparable cuando uno tiene convicciones profundas, y todos los obstáculos y dificultades quedan en un segundo plano, pues uno actúa convencido de lo que tiene que hacer, con un total olvido de sí.
Y no olvidemos lo que dice Santa Teresa: «Este cuerpo tiene una falta: que mientras más le regalan, más necesidades descubre». Y también:
Aunque me cueste,
aunque no pueda,
aunque reviente,
aunque me muera.