Educar. Arte, ciencia y paciencia.

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viernes, 16 de diciembre de 2016

HAY PERSONAS MUY ELOCUENTES EN EL HABLAR

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HAY PERSONAS MUY ELOCUENTES EN EL HABLAR Y MUY DECEPCIONANTE EN EL HACER. CON SUS ACTUACIONES TIRAN POR TIERRA TODA SU ELOCUENCIA.

         Decía Esopo: «Las palabras que no van seguidas de hechos, no valen nada».

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         La condición humana trata de justificar con palabras lo que falta a nuestros hechos. El saber popular lo define con precisión: ­–Dime de qué presumes y te diré de qué careces.

         Todos tenemos tendencia a quedar bien, y cuando la lengua se dispara, nuestros palabras van más de prisa que nuestros actos. Es como coser sin hilo: damos muchas puntadas... y no hemos logrado unir nuestros dichos con nuestros hechos. O como dice también el refranero popular: «Muchas personas son como algunos relojes: indican una hora y tocan otra».

         Se dice que una persona es coherente cuando hay una relación o unión de lo que dice con lo que hace. La incoherencia queda muy gráficamente descrita en la siguiente aseveración: El que no actúa como piensa, acaba pensando como actúa. En el fondo es una falta de sinceridad que es, según el Diccionario de la Real Academia de la Lengua, sencillez, veracidad, modo de expresarse libre de fingimiento.



jueves, 8 de diciembre de 2016

A VECES NO NOS CONVIENE SABERLO TODO DESDE EL PRIMER MOMENTO



A VECES NO NOS CONVIENE SABERLO TODO DESDE EL PRIMER MOMENTO. ES MEJOR IRSE ENTERANDO POCO A POCO DE LO QUE ES EL SUFRIMIENTO.
Qué inquietud tendríamos durante nuestra vida si supiéramos cuándo nos van a "pedir la cuchara". Me viene a la memoria una historieta que resume esta realidad.
Un señor hace una llamada telefónica; al otro lado del auricular una voz le responde:
–Buenas tardes. ¿Qué desea?
–Buenas tardes. ¿Me podría decir si ha llegado D. Antonio Farfán?
–Un momento por favor… Pues mire, aún no ha llegado.
–¿Sabe si tardará mucho?
–Pues la verdad no sabría decirle, pero seguro que llegará.
–Perdone, ¿podría ser más concreto?
–Lo siento, pero no; sé que llegará, pero no cuándo.
–Perdone, ¿con quién hablo?
–Sí, cómo no. Soy el conserje del cementerio.
Si se conociera –antes de jugarlo– el resultado de un partido, lo querría jugar sólo el equipo ganador, y los contrincantes no querrían participar sabiendo de antemano que van a perder.
En nuestros días hay muchas personas que tratan de conocer el futuro recurriendo a astrólogos, videntes, echadores de cartas..., como si el futuro no se estuviera ya construyendo en el presente.
De que tú y yo nos portemos como Dios quiere –no lo olvides– dependen muchas cosas grandes .
Yo me imagino esta vida como un enorme laberinto en el que el hombre tiene que decidir su camino usando su libertad y su inteli-gencia, todas sus capacidades, pero sin olvidar cuál es su meta –salir del laberinto–, y sabiendo que todos los caminos se pueden desandar.
Me acuerdo de una historieta que tiene que ver con este tema:
Un buen hombre trataba de transportar en su burro una partida de melones que llevaba en la parte derecha de la angarilla desde su pequeño huerto a su casa. Con el traqueteo y el peso, la angarilla se iba desplazando y los melones se le caían al suelo. Entonces decidió colocarse debajo de la angarilla hasta que llegó a la puerta de su casa. La mujer, que estaba en la azotea, lo vio venir en tan extraña situación y le gritó:
–Pepe, qué bruto eres. ¿No se te ha ocurrido repartir los melones entre los dos cestos de la angarilla? Y el humillado marido le contesto:
–María…, qué bien se ven las cosas desde arriba.
Nos gustaría entender el porqué de las cosas, pero casi siempre solo el tiempo y la expe-riencia nos hará comprender el para qué.